08. La originalidad del Santuario de Schoenstatt

P. Rafael Fernández

La originalidad del Santuario de Schoenstatt.

Una de las características más originales del Santuario de Schoenstatt es que éste vive y se alimenta del aporte humano. Quienes peregrinan a él, no sólo acuden para recibir, sino que también para dar y ofrecer. A diferencia de otros santuarios marianos, que surgieron a raíz de una aparición o de un milagro de María o que se originaron a partir de una tradición o leyenda, el santuario de Schoenstatt nació de la iniciativa del padre José Kentenich y del grupo de seminaristas del seminario de los padres palotinos. Una iniciativa, por cierto, que buscaba interpretar los deseos y planes de Dios.

A fin de poder apreciar mejor esta realidad, sigamos brevemente el proceso que dio origen al santuario de Schoenstatt.

Una de las actitudes fundamentales que caracterizan al fundador de Schoenstatt consiste en la costumbre de auscultar siempre la voluntad de Dios, considerando los signos del tiempo, guiado por la fe práctica en la Divina Providencia.

Cuando los jóvenes congregantes regresan de sus vacaciones y se reúnen en la pequeña capilla en el valle de Schoenstatt, el 18 de octubre de 1914, el P. Kentenich formuló en la plática que les dirigió una audaz idea: invitar a María a que se estableciese en esa capillita de Schoenstatt y la convirtiera en un lugar de peregrinación, desde el cual brotara una corriente de renovación de la Iglesia. Al hacerlo, afloró algo que también era muy propio de su modo de actuar. A saber, la importancia de la cooperación humana con la gracia; de lo que más tarde sería formulado en el lema de Schoenstatt: “Nada sin ti, nada sin nosotros”.

 

Es por esto que la invitación a María iba acompañada del ofrecimiento de un serio esfuerzo por la santidad. A esa luz comprendemos el encabezado que puso el P. Kentenich en los apuntes de su plática:

 

Aceleración del desarrollo de nuestra propia santificación y, de esta manera, transformación de nuestra capillita en un lugar de peregrinación.

 

El santuario de Schoenstatt, como dijimos, no surgió a partir de un milagro o de una aparición o de un sueño místico, sino de la fe práctica en la Divina Providencia. El P. Kentenich no se limitó sólo a pedir: él sabe que Dios espera y aprecia nuestra cooperación. Por eso el llamado a esforzarse seriamente por la santidad y ejercer así una “suave violencia” sobre María:

 

Al decir esto, mis queridos congregantes, siento que mis palabras encuentran eco. ¡Ya están ardiendo sus corazones! Ustedes han hecho suyo mi proyecto: lo pongo tranquilamente en sus manos, lo mismo que su ejecución y no tengo reparo en escribirlo en nuestra crónica. ¡Que las generaciones venideras nos juzguen! ¿Alcanzaremos el fin que nos hemos propuesto? En cuanto depende de nosotros, mis queridos congregantes, y esto no lo digo vacilando o dudando sino con plena convicción, todos nosotros haremos todo lo posible. Tal como para nuestro segundo patrono, san Luis Gonzaga, una capilla de la Santísima Virgen en Florencia fue el origen de su santidad, así también esta capilla de nuestra Congregación será para nosotros cuna de santidad. Y esta santidad hará suave violencia a nuestra Madre celestial y la hará descender hasta nosotros.

 

Concluye su plática poniendo en labios de María las siguientes palabras:

 

Amo a los que me aman. Pruébenme primero por hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. Ahora tienen para ello la mejor oportunidad.

 

Y no crean que es algo extraordinario, si ustedes suben al máximo, más allá que las generaciones pasadas, las exigencias que se ponen a sí mismos, dado el tiempo tan serio y tan grande como el que vivimos actualmente.

 

Según el plan de la Divina Providencia debe ser la guerra mundial, con sus poderosos impulsos, un medio extraordinariamente provechoso para ustedes en la obra de su propia santificación.

 

Es esta santificación la que exijo de ustedes. Ella es la coraza que tienen que ponerse, la espada con que deben luchar para la consecución de sus deseos.

 

Tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de Gracias. Adquieran por medio del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y por una intensa vida de oración, muchos méritos y pónganlos a mi disposición.

 

Entonces con gusto me estableceré en medio de ustedes y distribuiré abundantes dones y gracias. Entonces atraeré desde aquí los corazones jóvenes hacia mí, y los educaré como instrumentos aptos en mi mano.

 

“Tráiganme con frecuencia contribuciones al Capital de Gracias”, esa expresión pasó a ser parte esencial de la aianza de amor sellada con María en el santuario. Con ello se decía que quienes peregrinaban al santuario de Schoenstatt debían ofrecer a la Madre Tres Veces Admirable pruebas de su amor, que se denominaron “contribuciones al capital de gracias” de María, y que expresan una entrega a ella no sólo afectiva, sino también efectiva.