Carta de la Alianza del p. Guillermo Carmona (abril 2017)

El aliado de María, transformado por la gracia del Santuario en imagen viva de Jesús resucitado, podrá ser levadura en la masa. "No teman" son las palabras del Ángel que inauguran este nuevo tiempo.

Sábado 22 de abril de 2017 | P. Guillermo Carmona

Imagen foto_00000002 Queridos hermanos en la Alianza,

Como aquellas mujeres, que por la mañana muy temprano van al sepulcro y las sorprende el Ángel con un mensaje inesperado, que descubren la tumba vacía y la alegría de la Pascua, así nosotros también hemos llegado a nuestros Santuarios y Ermitas para celebrar al que resucitó de entre los muertos.

La Biblia no narra ninguna aparición de Jesús a su Madre después de la resurrección. Pero Ella, que nunca dudó que el Padre redimiría a su hijo de la muerte, habrá recibido el anuncio de la Pascua antes que todos los demás testigos de la misma. Las palabras del Ángel le habrán certificado una vez más que: "para Dios nada hay imposible". (Lc 1,37).
Como Juan, que "vio y creyó" en el misterio del amor, también nosotros vemos y creemos que las vendas y el sudario son sólo experiencias del ayer. Es la mirada de la fe y del amor.
La Pascua es el proyecto de Dios para el hombre. No estamos llamados a la muerte sino a la vida. ¡Resucitó! Es el grito del cristiano ante un mundo de muerte y corrupción. No es la fuerza del mal -los gases tóxicos matando personas, las bombas lanzadas por países poderosos o las violencias y abusos que se llevan vidas- la que tiene la última palabra...
Como Familia Argentina queremos vivir esta Pascua a la luz de lo que Schoenstatt es: "Alianza que transforma". La Pascua es la proclama del Hombre Nuevo, que María inspiró en el corazón del Padre Fundador como meta de nuestra educación. Ella quiere, desde sus Santuarios, ayudar a despojarnos del hombre viejo para revestirnos del hombre nuevo, creado según Dios en justicia, santidad y en la verdad (Ef 4, 22). En Alianza, los que hemos "nacido del Espíritu" (Juan 1.18) estamos llamados a encarnar la misericordia, la bondad, la humildad, la dulzura, la alegría y el servicio, valores propios del mensaje pascual. Ese proceso es la gracia de la transformación, el don del cambio que regala la Alianza y que se manifiesta en comportamientos, actitudes y sentimientos.
Tres signos nos pueden ayudar a "testear" la actualización de la Pascua en nuestras vidas. Los invito a hacer un examen de conciencia en base a ellos y sacar las consecuencias prácticas.
a. En primer lugar, si somos personas positivas. Si no andamos pregonando por doquier solamente lo oscuro y negativo de este mundo. Sin negar la necesidad de un cambio, acentuamos lo que hay que hacer, la urgencia de nuestro compromiso, jugándonos por una sociedad reconciliada en el amor.
b. En segundo lugar, si vivimos la bondad como el signo de la paz que Jesús regala: "La paz esté con ustedes... la paz les doy". En nuestro corazón hay principios, valores y perspectivas que nacen de la cercanía, la cordialidad y el servicio. Si lo encarnamos, es Jesús resucitado el que se hace presente en nuestro tiempo a través nuestro.
c. Por último, si somos personas de esperanza. La Pascua es el "paso" de la desesperanza a la esperanza; del ayer anclado en la muerte, al hoy y al mañana pleno de alegría. Esta esperanza se transmite con fuerza y convicción, como lo hicieron los primeros cristianos, que proclamaban que Jesús, habiendo muerto por voluntad de los judíos, resucitó de entre los muertos y es signo de salvación para todos.
El aliado de María, transformado por la gracia del Santuario en imagen viva de Jesús resucitado, podrá ser levadura en la masa. "No teman" son las palabras del Ángel que inauguran este nuevo tiempo. Y son también las palabras de María a sus aliados. Ella, en el Santuario, nos acerca a Jesús resucitado que nos pide: "Alégrense... avisen a mis hermanos que los veré".
En la alegría de esta fiesta, los saludo y bendigo de corazón,
P. Guillermo Carmona

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