Cine foto por foto

Los fotógrafos nos muestran cómo somos, lo mejor y lo peor de lo nuestro a través de sus imágenes, y el cine los ha homenajeado en más de una ocasión. Aquí algunos de los mejores ejemplos.

Sábado 22 de agosto de 2015 | P. Enrique José Grez

Los inicios del cine y de la fotografía están indisolublemente unidos. Más de alguna vez nosotros mismos habremos hecho la experiencia, aunque sea en el celular, de hacer pasar fotos consecutivas de una escena, ¡se mueve! Grande es nuestra sorpresa.
Descubrimos así cuan deudor es el cine de la fotografía, la técnica por la cual se ha logrado congelar la imagen. Pero el cine ha sido un buen deudor... ha pagado las cuotas del préstamo y aún lo sigue haciendo. Uno de los dividendos que el cine tributa a la foto lo encontramos en el visionado corriente de películas. A menudo nos gustaría detenernos, y a veces podemos hacerlo, para admirar un fotograma que bien se tiene merecido estar en un marco como obra de arte. No por nada encontramos a menudo posters con imágenes de películas, que recorren la historia del séptimo arte, desde el mismísimo Chaplin, hasta las sofisticadas composiciones que nos ofrece actualmente Terrence Malick.

Pero hay un género completo que el cine le ha tributado a la foto. Se trata de las películas sobre fotógrafos. Hace poco tiempo reseñé una de ellas, pero como botón de muestra aquí van tres títulos de los últimos cinco años: La maleta mexicana (2011), McCullin (2012), Finding Vivian Maier (2013). Las tres están en Netflix, las tres se ven con facilidad, las tres nos dan acceso al corazón del artista.

¿Qué tienen estas películas? Personas, Historia y Contemplación.

En McCullin, por ejemplo, encontramos a un hombre incorruptible. Nacido en los arrabales pobres de Londres, criado entre la miseria, su pasión por la fotografía lo llevó a descubrir una vocación maldita, ser corresponsal de guerra en el Líbano, Vietnam y África. Por una parte las imágenes, por otra su voz y su rostro trasparente, nos van guiando por las atrocidades del siglo XX, y al mismo tiempo enseñándonos la dignidad del ser humano cuando ha sido arrojado a los infiernos de sus más bajos instintos.

En el caso de Finding Vivian Maier estamos ante un mundo más sereno, pero no menos convulsionado. Su soledad grita entre los grises aterciopelados; la ausencia de su biografía clama por una respuesta.

Y bueno, lo más lindo son las fotos. Aquello en lo que las películas de pintores son mezquinas, las de fotógrafos son generosas. En Mr. Turner (2014) y La joven de la perla (2003), que muestran la vida del homónimo y de Veermer respectivamente, nos aprontamos a gozar de sus obras, y el cine no está disponible para aquello. El bastidor y los oleos se resisten al lente. Por el contrario las fotos entran por él para entregarnos una experiencia que nos hace suspirar... pongan pausa, quiero más de esto.

Contemplación. Los fotógrafos han sido los grandes educadores de la mirada desde el siglo XIX. Nuestra memoria social está hecha de imágenes que ellos nos han traído de los salones palaciegos y de las trincheras. Ellos nos han mostrado cómo somos, lo mejor y lo peor de lo nuestro. Su vocación, maldita o no, es una de contemplación de las fracturas y texturas de lo humano. Ellos lo vieron y nos lo hacen ver a nosotros. Ese es su pequeño y gran regalo que el cine es capaz de rescatar.

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