CON DIOS TODO ES MÁS FÁCIL...- Columna de Opinión

| Lucía Zamora Valero Lucía Zamora Valero

Imagen foto_00000051

En esta pandemia, el mundo continúo trabajando con tan sólo algunos pocos. Para los que nos quedamos en casa, nuestro mundo interior también continúo su camino. Algunos se dieron este tiempo para interiorizar en sí mismos; algunos otros, lo vieron como una oportunidad de reconquistar a la familia; y no faltaron los que se dedicaron a embellecer su hogar. Teníamos dos opciones, o vivíamos esta cuarentena como una oportunidad de vida, o la veíamos como un peligro de muerte inminente.

Ahora, el mundo comienza a abrir sus puertas, si, va recuperando su normalidad, sin embargo, creo que seguimos en manos del covid-19, infectando a los más vulnerables. No hablo tan sólo de aquellos que tiene problemas de salud, hablo también de aquellos que están alejados de Dios.

En un inicio, yo creí que TODOS tendríamos un acercamiento profundo con Él, pues esta situación nos vino a recordar su gran poder. No para decir que Dios nos envió esta desgracia, sino más bien, para reconocer, que aún existen cosas que por más pequeñas e imperceptibles que parezcan, solo Él las puede resolver.

Si no estamos tomados de la mano del Señor nos podemos caer fácilmente. En las redes sociales uno escucha muchas cosas: Qué todo es una mentira, que sólo quieren mantenernos encerrados, o que sólo es para distraer nuestra atención ante ciertos acontecimientos. Otro rumor, es que ya encontraron la vacuna, pero que están esperando a que la población se reduzca un poco (así de fríos). En fin, tampoco dudo que algo de lo de arriba mencionado pueda suceder (el demonio no deja de trabajar) sin embargo, pensar así, es dudar de la grandeza de Dios, de su misericordia y del gran amor que siente por cada uno de nosotros. Pensar así es negar el milagro de la vida.

Y ahora que estamos saliendo de a poco y con mucho cuidado, percibo cuanto daño han hecho esos comentarios, pues han generado impotencia y enojo en aquellos que no se sienten protegidos por el Señor. En algunos lugares han ido regresando a la tan esperada normalidad con violencia. Creí que, al salir a las calles, todos lo haríamos con el entusiasmo de continuar una nueva vida. Pero creo que en algunos casos esto no fue así, y es aquí donde quiero hacer la reflexión, pues todos hemos pasado por este “encierro” pero no todos le dimos este nombre, algunos le llaman “contingencia”, algunos otros le nombran “paro” etc. Los que estamos cercanos a la Iglesia lo vimos de otra manera, algunas personas me mencionaban que este tiempo ha sido como un “retiro espiritual”, algunas amigas me dicen que es “tiempo de la familia” de “composturas” o un tiempo de “gracia” yo digo que es “tiempo de marcha en blanco”.

Ha costado mucho estar en casa tanto tiempo, no ha sido fácil. Para algunos fue mucho más difícil que para otros, pero la manera de enfrentar la situación tiene mucho que ver con la relación que tengamos con Dios. Hace unos días tuvimos una discusión por WhatsApp y pude ver, que, si no estamos conectados fuertemente con Dios, podemos caer en la desesperación y en el enojo. 

Nos protegemos del covid, pero veo con tristeza que aún en estos días tan difíciles, existen personas que no protegen su mente y mucho menos su alma, se alimentan de todo lo que les llega a las manos, sin tomarse el tiempo de reflexionar. La verdad es que nunca se han preocupado por eso, y ahora la enfermedad les atemoriza tanto, que siguen sin ver a Dios en esta situación, porque tienen miedo a morir, y esto altera a las personas. Es una impotencia para ellos saber que algo anda volando por ahí sin poderlo detener. En abril murió un amigo de un infarto, pues fue tanta su preocupación por sus padres ya mayores ante la pandemia, que no resistió su corazón. No confió en Dios, sus pensamientos se quedaron en el fatalismo y murió. 

Es una pena escuchar historias como esta, porque uno descubre lo poco que se preocuparon por tener una cercanía con la Santísima Trinidad y con María. En cambio, una buena amiga se infectó de Corona virus, nos cuenta, que al estar internada y escuchar tanto dolor de las personas que estaban junto a ella, sólo podía mirar el rostro de Jesús en su mente, y para no sentir miedo cantaba las canciones de la Iglesia. Todo salió bien y ahora está en casa. Aquí vemos como la fe y la cercanía con Dios le dio la fuerza para querer seguir con vida.

Como ven, cuando nuestra vida está centrada en Dios y en la Mater, todo gira de otra manera, no hay desesperación ni angustia, no cabe la tristeza y mucho menos rabia. Porque existe la esperanza; porque nos sentimos protegidos, y sobre todo, porque aceptamos que es voluntad de Dios.

Lucía Zamora Valero

Comentarios
Los comentarios de esta noticia se encuentran cerrados desde el a las hrs