"Estamos aquí, en todo el mundo, para el hoy"

El padre Marcelo Aravena acompañó como guía a un grupo de estadounidenses a las celebraciones de Schoenstatt en Alemania y Roma. Allí se hizo algunas preguntas fundamentales: ¿qué vamos a celebrar? ¿para qué? Estas son algunas de las respuestas que el padre encontró durante el jubileo.

Sábado 22 de noviembre de 2014 | P Marcelo Aravena

Han concluido las celebraciones jubilares de Schoenstatt y quisiera entregarles algunas reflexiones que humildemente puedan ser de utilidad a la reflexión común. Por supuesto es un intento incompleto. Sólo algunos puntos de vista. Me referiré solo a lo que viví en Schoenstatt y en Roma como peregrino y guía de un grupo de 40 de Texas, Miami y Washington. Primero que nada como asesor del movimiento me toco ir preparando todo con mucho tiempo de antelación, tanto desde el punto de vista espiritual, práctico y económico como desde el aspecto de contenidos, por ejemplo: ¿qué vamos a celebrar? ¿Hay algo que celebrar y para qué? Con el tiempo las preguntas se fueron resolviendo lentamente. Temas: como los 100 años de Schoenstatt como movimiento eclesial, los 100 años del santuario como lugar de peregrinación y de encuentro con Dios, María y la comunidad, los 100 años de ruta con el Fundador José Kentenich y por supuesto los 100 años de Alianza de Amor como evento de gracias que ha ido dando forma y expresión a la vida de tantos miles de personas a lo largo y ancho del planeta fueron alimentando en profundidad y entusiasmo el espíritu del jubileo. Por su puesto todo esto ocurriendo en un contexto de permanentes y crecientes desafíos religiosos, eclesiales culturales, sociales, políticos a nivel mundial. Es más todo esto ocurriendo en un contexto de máxima exigencia para Schoenstatt ad intra y ad extra. No seamos ingenuos, hemos dicho, nadie nos va a quitar la alegría de celebrar la alianza de amor pero sabemos que esa alegría se hace sobria y realista ya que estamos muy lejos de alcanzar las metas que el mismo Fundador nos propuso desde el comienzo: ayudar en la renovación religiosa, valórica y cultural del mundo. Estamos, a los 100 años, recién en camino hacia la anhelada "cultura de la alianza" pero hay que comenzar ahora y no caer en la fraseología un tanto engañosa de que Schoenstatt es para los siglos venideros o para el pasado mañana. Estamos aquí, en todo el mundo, para el HOY.

No me quiero extender demasiado solo agregaré algunas ideas sobre lo que viví en Schoenstatt y Roma:

1- El Schoenstatt joven. Pienso que sin la presencia masiva de jóvenes la celebración del jubileo en Schoenstatt hubiese sido imposible o muy diferente por decir lo menos. Los jóvenes impregnaron todo, tanto la atmósfera como las expresiones y contenidos del encuentro. Dos cosas: nos representaron fuertemente los desafíos a los cuales ellos están enfrentados actualmente y por otro lado nos recordaron que Schoenstatt nació desde un grupo de jóvenes con un sacerdote con 29 años. Sin juventud Schoenstatt estaría sin vida ni futuro.

2- La internacionalidad. Pienso que en este momento Schoenstatt es mundial. Estamos presente en todos los continentes lo cual es impresionante. Pero lo que más me impacta que esta internacionalidad no se debe entender como una aglomeración de naciones y culturas sin ninguna interacción solo con cierta simpatía y curiosidad por el otro. No. Yo diría que se trata un multiculturalismo enriquecido, integrado, solidario. Siento que el idioma de la alianza es uno. Un idioma de amor, de respeto y justicia, de aceptación de diferencias sin ningún tipo de discriminación, de entre-lazamiento de destinos en torno a una misma fe y Señor.

En este punto quiero realzar que esta internacionalidad se da a todo nivel. Me refiero que junto con observar cientos de diáconos, sacerdotes, obispos, cardenales, y personas de vida consagrada, el fuerte es el laicado internacional. Nuestro laicado que es multicultural está multiplicando iniciativas culturales, sociales, laborales educacionales, políticas, espirituales, misioneras, eclesiales, etc. por todo el mundo. Solo bastaba ir a las excelentes exhibiciones montadas en el lugar de Schoenstatt.

3- La centralidad del santuario y de la alianza. Creo que se logró cabalmente colocar al centro de todo el acontecimiento fundacional de Schoenstatt. Peregrinamos a ese lugar porque ahí se manifesto Dios de una manera singular, llamó a personas a ser instrumentos suyos de evangelización para todos los tiempos. El claro mensaje de que el Padre Kentenich bendijo el santuario original como lugar de peregrinación y no de "comodidad" o de "privatización de la fe" fue refrescante y potente para todos. Ruego para que esta realidad se haga cada vez más presente en nuestras comunidades locales.

4- El llamado de Francisco a salir y su envío. En el Vaticano estuvimos 7.500 peregrinos también invitados de otros movimientos eclesiales y de vida apostólica, toda una mañana. Francisco nos dedicó una hora y media. Nos habló y nos impulsó a "todo". La alegría jubilar que llenaba nuestros corazones él nos la transformó en anhelo, en tarea, en misión. En resumen, nos la convirtió en "Evangelización". Muy en su estilo nos habló de la importancia de la familia, del amor de María Madre, de la juventud en medio de sus desafíos, del mundo en sus crisis, de la urgente renovación de la Iglesia en todo sentido pero que ésta partía desde la transformación del corazón. Solo quiero realzar dos aspectos de sus intervenciones que se dieron en el formato de preguntas y respuestas. Primero, Francisco citando a Benedicto XVI, nos reafirmó que la Iglesia no actúa ni crece "por proselitismo sino por atracción y la atracción viene del testimonio". El ejemplo de vida, el testimonio vivo consistente será la garantía de credibilidad de la Iglesia y su mensaje. Segundo, cuando se le preguntó sobre su "secreto" para ir adelante en su tarea de pastor ante tantas dificultades e incertidumbre, él respondió espontáneamente: "No tengo la más pálida idea..."(risas, aplausos) Hizo una pausa y continuó diciendo lentamente: "Yo rezo...y me abandono..." Personalmente pienso que Francisco dio en el clavo y debe ser una lección para nosotros. Su profetismo convincente y acciones vienen de esa doble actitud: oración y abandono. Si no, es imposible actuar con fuerza ni con convicción frente a los retos del mundo moderno que a veces más que impulsarnos adelante encierran la tentación del desaliento y el cansancio. Finalmente, al salir de la sala, Francisco vuelve sobre tema de su secreto y nos dice que en su velador tiene una "peregrina" de Schoenstatt. Se la regaló un cura de Schoenstatt. Y dice: "todas las mañanas la toco y le rezo..." Pienso que el Papa reveló algo muy íntimo y decidor de su actitud y espíritu de pastor. Creo que nos está enseñando algo muy importante aparte de decirnos repetidamente: salgan de su encierro, comuniquen lo que tienen, compartan la riqueza de su carisma con otros.
Hasta aquí llego con mi reflexión. Tengo la alegría de hacerlo cuando hoy se transmite a los medios de comunicación que la Conferencia Episcopal de Chile dio su aprobación para iniciar el proceso de canonización del Padre Hernán Alessandri. Creo que es una noticia que nos debe llenar de alegría y espíritu misionero. Al Padre Hernán, le debo personalmente, el haberme llevado al encuentro de la persona y mensaje del Padre José Kentenich en la mítica jornada sobre ese tema al comienzo de los años 70 en Bellavista. También me llena de sano orgullo recordarles que hace pocos días el Padre de Schoenstatt, Francisco Javier Pistilli fue designado por el Papa Francisco como Obispo de la Diócesis de Encarnación del Paraguay. Francisco nos está cobrando a los padres, la palabra, que tanto repetimos, de amar a la Iglesia toda y servirla con generosidad y heroísmo.
Les mando a todos y a todas un fuerte abrazo desde San Antonio, Texas.

 

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