El cristiano laico en "Lumen Gentium"

Martes 7 de febrero de 2017 | Eduardo Arnouil Olavarría

Nuestro colaborador Eduardo Arnouil nos envía este artículo. Es una clave de interpretación teológica de la constitución dogmática de la Iglesia "Lumen Gentium", algunos textos extraordinariamente importantes para "explicarnos" lo que somos como laicos.

El CRISTIANO LAICO

La razón de ser del cristiano laico deriva directamente de Cristo. Los laicos participamos directamente del sacerdocio de Cristo, de su ministerio profético y de su ministerio pastoral para servir a otros.

Esta participación directa en el sacerdocio de Cristo se realiza en colaboración entre los laicos y la jerarquía.

Los laicos somos pueblo de Dios.

El lugar que tenemos los laicos en la Iglesia deriva directamente de nuestra relación con Cristo. (Los números en los parrafos siguientes correspoden a la constitución dogmática de la Iglesia Lumen Gentium)

34. Dado que Cristo Jesús, supremo y eterno Sacerdote, quiere continuar su testimonio y su servicio por medio de los laicos, los vivifica con su Espíritu y los impulsa sin cesar a toda obra buena y perfecta.

Pues a quienes asocia íntimamente a su vida y a su misión, también les hace partícipes de su oficio sacerdotal con el fin de que ejerzan el culto espiritual para gloria de Dios y salvación de los hombres. (…)

35. Cristo, el gran Profeta, que proclamó el reino del Padre con el testimonio de la vida y con el poder de la palabra, cumple su misión profética hasta la plena manifestación de la gloria, no sólo a través de la Jerarquía, que enseña en su nombre y con su poder, sino también por medio de los laicos, a quienes, consiguientemente, constituye en testigos y les dota del sentido de la fe y de la gracia de la palabra (cf. Hch 2, 17-18; Ap 19, 10) para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social. (…)

36. Cristo, habiéndose hecho obediente hasta la muerte y habiendo sido por ello exaltado por el Padre (cf. Flp 2, 8-9), entró en la gloria de su reino. A Cristo están sometidas todas las cosas, hasta que El se someta a Sí mismo y todo lo creado al Padre, a fin de que Dios sea todo en todas las cosas (cf. 1 Co 15, 27-28). Este poder lo comunicó a sus discípulos, para que también ellos queden constituidos en soberana libertad, y por su abnegación y santa vida venzan en sí mismos el reino del pecado (cf. Rm 6, 12). Más aún, para que, sirviendo a Cristo también en los demás, conduzcan en humildad y paciencia a sus hermanos al Rey, cuyo servicio equivale a reinar.

También por medio de los fieles laicos el Señor desea dilatar su reino: «reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz» [115]. (…)

El reconocimiento de la universalidad de los carismas fundamenta el lugar, la vocación y misión del laico en la Iglesia. 

12. Además, el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Co 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1 Co 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia. (…)

33. Ahora bien, el apostolado de los laicos es participación en la misma misión salvífica de la Iglesia, apostolado al que todos están destinados por el Señor mismo en virtud del bautismo y de la confirmación.

Ahora me parece que es posible comprender mejor lo que afirma el número 31.

31. Con el nombre de laicos se designan aquí todos los fieles cristianos (...)

Es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes, a su modo, de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos corresponde.

El carácter secular es propio y peculiar de los laicos (...)

A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento.

La dignidad que tenemos los laicos deriva directamente de nuestra relación con Cristo

a. Cristo es el motivo de la creación del mundo y del ser humano

¿Cuál es el fin de nuestra creación? ¿Qué fin tuvo Dios al crearnos?

¿Qué nos dice la fe?

La respuesta la encontramos en la epístola a los Efesios 1:3-14.

Aquí se encuentra la respuesta.

¿Qué fin tuvo Dios, cuando determinó crearnos?

¿Para qué nos creó Dios?

¿Cuál es nuestra meta?

¿Cuál es nuestra perfección?

¿Cuál es nuestra idealidad?

El motivo de nuestra creación es el amor misterioso de Dios.

El fin que tuvo Dios: es que fuésemos santos e inmaculados ante Él.

Y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos, incorporándonos en Cristo.

Cristo, es entonces, el fin del hombre y de toda la creación.

Somos creados para Cristo.

Cristo es nuestra causa ejemplar.

Cristo es nuestro fin último si bien no absoluto en cuanto que en Cristo nos vinculamos a Dios como hijos.

En Cristo y por Cristo fueron hechas todas las cosas.

San Pablo lo llama también: el primogénito de toda criatura.

(Colosenses 1:15-17)

Cristo, Hombre-Dios es el primogénito de toda criatura en orden a la intención que tuvo Dios al crear el mundo y en orden a la dignidad que tiene el mundo.

El Hijo no procede como quien está subordinado al fin, sino como el fin de todas las cosas. (Santo Tomás, tratado Contra los Gentiles Q.3 ad.15)

Cristo no nació como quien estaba ordenado a un fin sino que procede como el fin de todas las cosas.

Cristo es entonces el principio, la causa de nuestra creación.

El amor misterioso de Dios es la causa de nuestra existencia porque Dios no necesita escogernos precisamente a nosotros para que nos incorporemos en Cristo.

Pero tendrá que haber alguna relación especialísima entre nuestra vida individual y Cristo, ya que el Padre Dios nos eligió.

Entonces, tiene que haber habido un acto de inteligencia, de conocimiento divino, cuando nos eligió.

Elegir significa segregar, sacar de muchos.

Y ya lo leíamos en la epístola a los Efesios que Dios nos eligió para que fuésemos hijos suyos en Cristo.

Dios nos crea en Cristo y para Cristo.

Y así como los ríos van hacia el mar, nuestra vida va hacia Cristo y sólo en Cristo vamos a ser verdaderamente felices.

Cristo es el motivo de la creación.

b. Cristo es también el principio del orden de la creación

¿Qué se entiende por orden?

¿Qué cosa es el orden?

Orden es la disposición de las cosas iguales y desiguales, según el lugar que les corresponda.

Esta es la definición que da santo Tomás.

Cristo es el principio ordenador del mundo.

No es solamente el motivo por el cual Dios ordena el mundo sino que es la norma de ordenación del mundo.

Cristo es el motivo por el cual el Padre Dios nos creó.

Pero Cristo también señala el lugar que a nosotros nos corresponde dentro del cosmos y dentro de la sociedad humana.

Cristo es el principio ordenador.

Y como ser ordenador une las cosas pares y dispares.

El orden supone cosas iguales y desiguales.

Cristo explica la diversidad de seres, la diversidad de personas, la diversidad de grados de talentos, de cualidades.

Cristo es el principio ordenador.

Y por eso podemos decir: Cristo es el código de acción del Padre Dios.

El Padre Dios mira siempre hacia Cristo.

Y san Pablo nos dice: (1 Corintios 3:21-23)

“Así que no se sientan orgullosos de sus grandes hombres. Piensen que todo es para ustedes: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro, todo es de ustedes. Y ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios”.

Este es el principio ordenador.

Cristo explica las diferencias, los grados de vida, los órdenes de ser.

Cristo explica el orden jerárquico, es el principio de toda jerarquía.

Él es la Cabeza.

Toda la creación le pertenece a Él y cada uno dentro de la creación tiene su puesto en relación a Él.

Por eso decimos: Cristo es el código de trabajo del Padre Dios.

Cristo explica el orden del mundo.

c. Cristo es también el principio de valoración  del ser humano

El motivo de nuestra creación es Cristo. Él es el principio de orden, principio, por lo tanto, unitivo, coordinador, armonizador,  pero también principio, norma valorativa del ser humano.

En el ser humano hay un instinto de sobrevivencia, de valoración.

Y cuando no se atiende se producen las neurosis, las histerias y un montón de cosas más.

Nuevamente nos volvemos a enfrentar con que nuestra dignidad, nuestra grandeza, no está en lo que tenemos, sean bienes materiales, sea salud, sean fuerzas físicas.

Tú no vales por la fuerza física que tienes, no vales por la inteligencia que tienes, por lo recio que eres.

Tampoco vales por la simpatía que tú tienes ni por la posición social que ocupes ni por los libros que escribas, ni por las poesías o canciones que te den fama.

En eso no radica tu valer.

Tú vales por la posición que ocupas en tu relación con Cristo.

Por el orden de los fieles de Cristo a Cristo se deduce la dignidad de los fieles de Cristo.

Toda la grandeza de tu vida, de tu idealidad – no tanto de tu realidad, sino de tu idealidad, de lo que tú debes llegar a ser y lograr en esta vida – es incorporarte en Cristo.

Y en el grado en que tú participes de la vida de Cristo, en el grado en que tú te preocupes por los intereses de Cristo, en esa medida tú te estás realizando, te estás valorando.

Es enteramente indiferente donde estés tú o lo que estés haciendo, en primer término.

Lo único que interesa es que tú te conviertas en otro Cristo.

Nacimos en Cristo para ser hijos del Padre Dios en Cristo, para transformarnos en Cristo, para ser otro Cristo. (Ver: “La vocación sacerdotal y la vocación laical”, P. José Kentenich; "Ideal Personal existencial", P. Ernesto Durán D.)

Eduardo Arnouil 

 

Comentarios
Total comentarios: 3
14/02/2017 - 21:08:47  
Al excelente y orientador articulo de Eduardo Arnouil y comentarios de Patricio y Eduardo B. , tengamos también presente el documento conclusivo de Aparecida , el capítulo 6 en varios de sus números , destacando al respecto desde el 276 al 300 , entendiendo que es un todo como para cercenar.
La mirada de Iglesia , como plantea Patricio es fundamental. Somos parte del Cuerpo de Cristo y creo que así lo entendemos todos.

Sergio Toledo
Rama Hombres Los Pinos
12/02/2017 - 23:28:27  
Interesante análisis de Eduardo que reafirma el importante e insustituible rol del Laico. Sin embargo esta dimensión en la práctica debe analizarse en el conjunto de los que formamos partes de La Iglesia. De lo contrario queda como formulación teórica y nada más. Es a partir de allí donde debemos construir superando el consabido Clericalismo muy propio de nuestra Iglesia como lo ha señalado el Santo Padre y entre ello de nuestro propio Movimiento . Ya sabemos el gran abismo entre lo que definió el Concilio y la realidad al menos de América Latina

Patricio Young
Federación de Familias
12/02/2017 - 00:23:18  
Como una refrescante "Brisa" de Dios viene esta reflexión de Eduardo. Nos invita a tener a Cristo, Alfa y Omega como el centro del Universo Creado. Y de ahi se deriva lo esencial : estar unido a Cristo Resucitado. Schoenstatt es Cristocéntrico-casi para algunos paradojal-, precisamente por ser magnánimamente mariano . Y no debemos separar lo que Dos ha unido. La oración "Hacia el Padre" coloca a Cristo como centro. "El Salvador", lo llama el texto original. Esta invitación de Eduardo debe llevar a una vigorosa corriente de vida cristo-céntrica con manifestaciones tales como Lectio Divina (quien no conoce la Biblia no conoce a Cristo dice un Padre de la Iglesia); aumentar las horas de adoración ante el Santísimo y no menos que abundantes actos de misericordia. "Lo que hiciste al más pequeño a Mi me lo hiciste". Y Como consagración del mundo las tareas diarias en bi-unidad con Cristo.,Un buen Programa para entender lo que significa que somos un Movimiento Apost
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