El dolor nos moviliza

En estos últimos meses hemos vivido situaciones de gran dolor relacionadas con la Iglesia católica en Chile y el mundo, que nos han remecido profundamente. Sobre ellos nosotros no tenemos responsabilidad directa; pero sí nos han afectado, pues todos formamos parte de la Iglesia. Incluso, algunos se han alejado de ella. Muchos columnistas han escrito sobre el tema, pero creo que una reflexión -no sobre los abusos, sino sobre el profundo dolor que a muchos ha provocado- es pertinente, en especial si consideramos que el dolor es una fuerza que nos moviliza. La base de este escrito lo redacté para un curso de acompañamiento espiritual que estoy haciendo, para la asignatura de Antropología cristiana. Al analizar en esa oportunidad cómo el dolor nos afecta y cómo reaccionamos frente a él, mis pensamientos y sentimientos personales se relacionaron con los dolores de muchos, cuyo origen está en los abusos ocurridos en la Iglesia... Frente a esa realidad, ¿qué haremos como laicos comprometidos?...

| Paulina Respaldiza (Chile) Paulina Respaldiza (Chile)

En estos últimos meses hemos vivido situaciones de gran dolor relacionadas con la Iglesia católica en Chile y el mundo, que nos han remecido profundamente. Sobre ellos nosotros no tenemos responsabilidad directa; pero sí nos han afectado, pues todos formamos parte de la Iglesia. Incluso, algunos se han alejado de ella. Muchos columnistas han escrito sobre el tema, pero creo que una reflexión -no sobre los abusos, sino sobre el profundo dolor que a muchos ha provocado- es pertinente, en especial si consideramos que el dolor es una fuerza que nos moviliza.

La base de este escrito lo redacté para un curso de acompañamiento espiritual que estoy haciendo, para la asignatura de Antropología cristiana. Al analizar en esa oportunidad cómo el dolor nos afecta y cómo reaccionamos frente a él, mis pensamientos y sentimientos personales se relacionaron con los dolores de muchos, cuyo origen está en los abusos ocurridos en la Iglesia... Frente a esa realidad, ¿qué haremos como laicos comprometidos?

"Pena, dolor que anula, que destruye, que atrofia... lejanía del ser por el dolor... Fuertes vivencias que automatizan y que no permiten mirar... oscuridad, soledad... intenso dolor que desespera". Buenos días, señor abismo -carta de Cristián Warnken, publicada en el diario El Mercurio el 21 de febrero 2008- es un desgarrador llamado, un grito desesperado que clama por ayuda... que nos invita a cuestionarnos sobre la fuerza del dolor en la vida del ser humano y cómo podemos plenificar ese profundo sentimiento. Hoy, en el año 2011, ese dolor ha tenido su origen en los abusos de algunos sacerdotes.

A pesar del dolor intenso del autor, es él mismo quien nos regala la mirada esperanzadora frente a esta realidad: "Alguien pasa junto a ti, te roza, te estremeces", señala Warnken en el texto citado. Hay vida, hay respuesta; el ser humano es un ser que se desarrolla en comunidad, donde en el encuentro con el otro se potencia y se despierta. Frente al dolor, sí podemos reaccionar; sí podemos levantarnos... Él mismo lo afirma: "Pero te levantarás. Que un abismo se levante a las siete de la mañana es un milagro. Pero lo harás...". La puerta está abierta a la acción divina, "es un milagro", hay esperanza.

Nos levantaremos porque en el fondo de nuestros corazones sabemos que la vida es un regalo y siempre habrá motivos para seguir adelante; pero, tenemos que estar dispuestos a escuchar. C. S. Lewis en la introducción de su libro "Una pena en observación", nos ayuda a clarificar esta clave en el camino de la sublimación del dolor. "(...) Los momentos en los que el alma no encierra más que un puro grito de auxilio deben ser precisamente aquellos en que Dios no puede socorrer. Igual que un hombre a punto de ahogarse al que nadie puede socorrer porque se aferra a quien lo intenta y le aprieta sin dejarle respiro. Es muy probable que nuestros gritos reiterados ensordezcan la voz que esperamos oír".

No escuchamos al otro -que con tanta desesperación necesitamos en nuestra vida- por culpa de nuestros propios gritos. A pesar de la fuerza de nuestro dolor, solo en el diálogo con el otro podremos darle sentido a lo que estamos viviendo. La capacidad de dialogar sana el alma, la esperanza del encuentro con el otro abre una nueva perspectiva... Cristián Wanknen clarifica en su carta del 21 de febrero esta realidad antropológica: "... Miras a los ojos al que acaba de sentarse en la mesa de al lado (...) ¿Y que tal si -rompiendo todas las formalidades del caso- te sientas a conversar con él? Abismo frente a abismo, díganse lo necesario, lo esencial...". En el encuentro con el otro nos reconocemos y al reconocernos podemos empezar a actuar desde nuestro ser, de lo que somos y estamos llamados a ser.

Pero lo anterior es un proceso que implica darle sentido al dolor. Ricardo Yepes sostiene, en su libro "Fundamentos de Antropología", que lo primero que se necesita para saber qué hacer con el dolor, es aceptarlo. "Sufrir, cuando se transforma en actitud de aceptación y en una tarea libremente asumida, es algo que nos hace más libres respecto de las circunstancias externas, nos abre los ojos al verdadero valor e importancia de las cosas". Agrega: "al aceptarlo, no sólo lo afrontamos, sino que a través de él buscamos algo que no se identifique con él: lo trascendemos."

En la aceptación del dolor y en el sentido que le damos, vamos encontrando las respuestas; las cuales se van clarificando en la medida que vamos tomando distancia de la situación que nos causó tanto dolor.

Es un hecho, el dolor nos moviliza, nos llama a meditar sobre las grandes preguntas de la vida; tal como lo hizo de manera desgarradora Cristián W. y tal como lo debemos hacer quienes nos sentimos parte activa de la Iglesia. Somos laicos que nos hacemos las grandes preguntas, pero que también formulamos respuestas y las ponemos en acción...Hoy, Aparecida es una realidad cada vez más potente; los laicos son agentes pastorales vitales y, como tales, debemos actuar ya.

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