El Mensaje del Arzobispo

Termina Septiembre y en nuestro país hemos celebrado los 202 años de la Independencia. Chile vive esta fecha con expresiones cívicas y populares que lo distinguen situándolo entre aquellos donde el culto a su historia, el fervor popular y expresiones como las ramadas y la parada militar, reflejan a una Nación orgullosa de su pasado, pero al mismo tiempo unida en su presente. En ese contexto marcó un hito la profundidad y claridad del mensaje de Monseñor Ricardo Ezzati en el tradicional Tedeum. La situación del país, los acontecimientos que hemos vivido en los últimos tiempos y nuestros desafíos de futuro hacían del todo necesario que un mensaje, como el que tuvimos la oportunidad de escuchar, surgiera de una autoridad de nuestra Iglesia Católica.

| Juan Emilio Cheyre Juan Emilio Cheyre

Termina Septiembre y en nuestro país hemos celebrado los 202 años de la Independencia. Las Fiestas Patrias estuvieron marcadas por celebraciones tradicionales y, además, este año por un largo fin de semana. Chile vive esta fecha con expresiones cívicas y populares que lo distinguen situándolo entre aquellos donde el culto a su historia, el fervor popular y expresiones como las ramadas y la parada militar, reflejan a una Nación orgullosa de su pasado, pero al mismo tiempo unida en su presente.

En ese contexto marcó un hito la profundidad y claridad del mensaje de Monseñor Ricardo Ezzati en el tradicional Tedeum. La situación del país, los acontecimientos que hemos vivido en los últimos tiempos y nuestros desafíos de futuro hacían del todo necesario que un mensaje, como el que tuvimos la oportunidad de escuchar, surgiera de una autoridad de nuestra Iglesia Católica, que tantas veces ha contribuido a generar cohesión cuando el país lo ha necesitado.

Como chilenos y cristianos deberíamos darnos un tiempo para reflexionar acerca del contenido del mensaje del Arzobispo. Más aún, creo que la revisión del mismo debería estar inscrita en nuestro compromiso de actuar en el mundo de hoy. Como miembros de la Familia de Shoenstatt a ello nos convoca la fuerza que proviene de la fe práctica en la Divina Providencia.

Bien sabemos que este carisma de Schoenstatt nos muestra los deseos de Dios por los acontecimientos de la vida, pues de Él provienen mensajes claros que permiten configurar un plan para actuar concretamente, inspirados en la voluntad del Padre. De allí que constituye un deber como cristianos aportar con acciones en la construcción de un Chile mejor.

La tarea más urgente se resume en el llamado a solucionar lo que Monseñor Ezatti califica como "una profunda crisis de confianza que se ha transformado en un virus omnipresente que contagia las relaciones de nuestra vida familiar, social, política y eclesial". Sin duda, tomando sólo esta parte del mensaje, podemos encontrar un vasto campo donde más de algo podemos hacer para buscar soluciones a esa crisis que tipifica el Arzobispo.

Confianza significa etimológicamente "firme esperanza"; el concepto de "estar seguro" de aquello en lo que se hace confianza y el "no temer". Es decir, confiar permite actuar presuponiendo que no se va a ser engañado. Por ello, la confianza, requiere la verdad.

En mi experiencia, la confianza se relaciona con la amistad, en el sentido que deseo para mi amigo el bien que quiero para mí y, a la vez, no quiero para mi amigo el mal que no deseo para mí. Esa amistad se da en una disposición espiritual que podemos proyectar en lo político, en lo social, en el ámbito económico y en los vínculos societarios de todo tipo.

Al observar la situación de nuestro país podemos ver que, en nuestra vida diaria como familias y como sociedad, tenemos fallas en los supuestos básicos de la confianza antes enunciados. Se ha instalado un actuar a nivel de personas y de grupos que evidencian actitudes intransigentes, intolerantes y descalificatorias. La hostilidad y la agresividad se tornan elementos comunes en nuestras interacciones personales, laborales o políticas. Frecuentemente estamos faltando a la verdad, lo que provoca incertidumbre y aleja la posibilidad de toda relación positiva que requiere estar inspirada en la certeza de no ser engañados. El diálogo y la capacidad de escuchar a las contrapartes se tornan cada día más escasos no solamente en los espacios políticos sino que incluso a nivel familiar.

Pienso que nuestra mejor contribución al Chile que ha celebrado sus Fiestas Patrias sería escuchar el llamado del Arzobispo y acoger su clamor para construir confianzas. Esto para un cristiano no debería ser tarea tan difícil, menos aún para quienes conocen y aplican la fe práctica en la Divina Providencia.

Ponerse a la tarea en hacer lo nuestro para construir confianzas sólo exigiría cumplir lo que Dios nos pide y que Jesús magistralmente nos mostró a través de su propia vida. Como personas, a nivel familiar, social, económico o político, actuemos de acuerdo a ese plan de vida. La verdad, la esperanza, la amistad, el bien de los otros más allá de los propios, alejar temores y generar certidumbres, como asimismo crear espacios para el bien de todos, constituyen bases de nuestra fe. Pasar de pensarlo a hacerlo es un desafío al que creo deberíamos comprometernos.

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