El retorno a la naturaleza

Es indudable que el tema de la naturaleza está de moda. Todo lo relacionado con ella despierta un gran interés en el público en general. En ese sentido, yo diría que el desarrollo de una sensibilidad social hacia el medio ambiente, en general, es una de las grandes conquistas del siglo pasado. Hay que reconocer que los movimientos ecologistas (WWF, GreenPeace, Amigos de la Tierra) han jugado un papel muy importante en esta conquista. De alguna forma, con sus continuas denuncias, han sido el Pepito Grillo de nuestra sociedad en esa materia. Desgraciadamente, con su dogmatismo y falta de ponderación en muchos problemas ambientales han causado muchas distorsiones en la percepción social de dichos problemas. La naturaleza no es un bien absoluto y su protección debe realizarse sopesando cuidadosamente muchos otros bienes en juego. Hoy en día corremos el riesgo de convertir a la naturaleza en un nuevo becerro de oro. Dicen las estadísticas que en algunos países del norte de Europa donde la mayoría de la población no tiene creencias religiosas existe una tendencia a buscar una espiritualidad basada en un cierto culto a la naturaleza. Sin llegar a esos extremos, en nuestra misma sociedad existe...

| César Fernández-Quintanilla (España) César Fernández-Quintanilla (España)

 

Es indudable que el tema de la naturaleza está de moda. Todo lo relacionado con ella despierta un gran interés en el público en general. En ese sentido, yo diría que el desarrollo de una sensibilidad social hacia el medio ambiente, en general, es una de las grandes conquistas del siglo pasado.

Hay que reconocer que los movimientos ecologistas (WWF, GreenPeace, Amigos de la Tierra) han jugado un papel muy importante en esta conquista. De alguna forma, con sus continuas denuncias, han sido el Pepito Grillo de nuestra sociedad en esa materia. Desgraciadamente, con su dogmatismo y falta de ponderación en muchos problemas ambientales han causado muchas distorsiones en la percepción social de dichos problemas. La naturaleza no es un bien absoluto y su protección debe realizarse sopesando cuidadosamente muchos otros bienes en juego.

Hoy en día corremos el riesgo de convertir a la naturaleza en un nuevo becerro de oro. Dicen las estadísticas que en algunos países del norte de Europa donde la mayoría de la población no tiene creencias religiosas existe una tendencia a buscar una espiritualidad basada en un cierto culto a la naturaleza. Sin llegar a esos extremos, en nuestra misma sociedad existe una tendencia a considerar que la vida primitiva, en contacto íntimo con la naturaleza, es más deseable que la vida actual en nuestras sociedades urbanas. Existe un deseo profundo de muchas personas de retornar al campo y a la vida sencilla. Existe la concepción de que todo lo natural es bueno por el mero hecho de serlo. ¿Están todas esas creencias y deseos justificados?

Es cierto que en tiempos pasados el hombre tenía una mayor vinculación a la naturaleza, estaba mejor integrado en su entorno y podía disfrutar de algunos placeres que a nosotros no están vedados. Pero, a cambio de estas pérdidas hemos ganado en múltiples aspectos: educativos, culturales, sociales, sanitarios. Sinceramente, y aunque yo disfruto la vida en el campo más que nadie, no cambiaría mi vida urbana por la de un pastor, aparentemente tan bucólica, y en realidad tan llena de soledad, tan pobre cultural y socialmente, tan dura.

Es cierto que un tomate recién arrancado de la mata, de una variedad de esas de toda la vida y producido en el huerto con métodos artesanales sabe mejor que otro que ha pasado semanas conservado en cámara, de una variedad mejorada para una alta producción, buena presencia y larga conservación, y producido de una manera intensiva. Pero es inevitable que el precio de ese tomate "artesano" sea substancialmente mayor que el del tomate "industrial". Y que el consumir esos productos de lujo solo se lo pueda permitir un pequeño sector de la sociedad.

No es cierto que todo lo natural sea bueno y saludable mientras que lo artificial está plagado de riesgos. Asumir que todo lo que produce la naturaleza es saludable implica colocar al hombre en el centro de todo el proceso de evolución biológica. Este supuesto, que chocaría frontalmente con la teoría de la evolución, es muy difícil de tragar desde un punto de vista científico. Aparte,  tenemos la evidencia empírica de que existen multitud de alimentos y otros productos naturales que pueden tener componentes mucho más tóxicos que ningún ingrediente o contaminante artificial.  Si todo lo "natural" es obra de Dios, lo "creado" por el hombre es igualmente expresión de la voluntad divina que ha querido utilizarnos como instrumentos suyos en ese continuo y nunca acabado proceso de construcción de su reino en la tierra.

Como dice un refrán argentino, "no hay que llorar sobre la leche derramada". En lugar de dejarnos llevar por la nostalgia de un pasado que no volverá, disfrutemos de las conquistas del hombre y trabajemos por construir un mundo más compatible con la naturaleza.


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