El sentido de la vida

Robert Waldinger ha trabajado en la investigación mas larga de la historia sobre la felicidad; un estudio que ha hecho en la Universidad de Harvard. Es interesante leer o ver su charla subida en Ted.com. y compararla con el diagnóstico y pronóstico del P. Kentenich sobre la humanidad.

Miércoles 10 de agosto de 2016 | B J Miller

¿Qué nos mantiene sanos y felices mientras avanzamos en la vida? Si tuvieran que invertir ahora en lo mejor para su futuro, ¿dónde pondrían su tiempo y energía?

Una encuesta reciente a la generación del milenio, preguntó cuáles eran sus metas más importantes en la vida. Más del 80% contestó que una meta importante para ellos era ser ricos. Y otro 50% de esos mismos adultos jóvenes dijo que otra meta importante era ser famosos.

Y constantemente se nos dice que trabajemos más y más, que nos esforcemos para obtener más y más. Nos da la impresión de que debemos perseguir estas cosas para tener un buen pasar. El panorama de una vida, de las decisiones que toma la gente y el resultado de esas decisiones, es casi imposible de obtener.

Gran parte de lo que sabemos de la vida, lo sabemos pidiendo a la gente que recuerde el pasado. Y, como sabemos, la retrospectiva es todo menos agudeza. Olvidamos grandes fragmentos de lo que nos sucede en la vida y, a veces, la memoria es francamente creativa. Pero, ¿y si pudiéramos ver vidas enteras conforme se desarrollan en el tiempo? ¿Y si pudiéramos estudiar a las personas desde la adolescencia hasta la adultez, para saber qué las hace felices y saludables?

Lo hicimos. El Estudio de Desarrollo de Adultos de Harvard puede que sea el estudio más largo de la vida adulta en la historia.

Durante 75 años, rastreamos la vida de 724 hombres, año tras año, preguntándoles sobre su trabajo, sobre su vida hogareña, su salud, y, claro,  preguntando durante todo ese tiempo, sin saber cuál sería el resultado de sus historias de vida.

Estudios como éste son extremadamente escasos. Casi todos los proyectos de este tipo se desmoronan pasada una década, o porque muchas personas abandonan el Estudio o por falta de financiamiento, o por distracción de los investigadores, o porque fallecen y nadie continúa la investigación en este campo. Pero gracias a una combinación de suerte y persistencia de varias generaciones de investigadores, este Estudio sobrevivió.

Unos 60 de los 724 hombres del comienzo siguen con vida, todavía participan en el Estudio. La mayoría tiene noventa y tantos años. Y ahora empezamos a estudiar los más de 2000 hijos de estos hombres. Y yo soy el cuarto director del Estudio.

Desde 1938, hemos rastreado las vidas de dos grupos de hombres. El primer grupo empezó el Estudio cuando eran estudiantes de segundo año en la Universidad de Harvard. Todos terminaron la universidad durante la Segunda Guerra Mundial y luego la mayoría se fue a la guerra.

El segundo grupo que seguimos, era un grupo de chicos de los barrios más pobres de Boston, chicos elegidos para el Estudio específicamente porque provenían de las familias con más problemas y más desvalidas en el Boston de los años 1930. La mayoría vivía hacinada, sin agua potable, sin agua caliente.

Cuando ingresaron al Estudio, se entrevistó a todos estos adolescentes. Se les hizo exámenes médicos. Fuimos a sus hogares y entrevistamos a sus padres. Y luego estos adolescentes fueron adultos y cada uno hizo su vida. Algunos fueron operarios de fábrica, otros abogados, albañiles, médicos; uno fue presidente de los Estados Unidos. Algunos se convirtieron en alcohólicos, otros pocos sufrieron esquizofrenia. Algunos ascendieron socialmente, desde la base hasta la cumbre, y otros lo hicieron en sentido  contrario.

Los fundadores de este Estudio ni en sus fantasías más alocadas, hubieran imaginado que yo estaría hoy aquí, 75 años después, contándoles que el Estudio continúa.

Cada dos años, nuestro dedicado y paciente personal de investigación, llama a estos hombres y les pregunta si pueden enviarles otra serie de preguntas sobre sus vidas.

Muchos de los hombres de Boston nos preguntan: “¿Por qué quieren seguir estudiándome? Mi vida no es tan interesante”. Los hombres de Harvard nunca hacen esa pregunta...

Para obtener una imagen más clara de estas vidas, no sólo enviamos cuestionarios. Los entrevistamos en sus salas de estar. Conseguimos sus historias clínicas. Les extraemos sangre, escaneamos sus cerebros, hablamos con sus hijos. Registramos en videos las conversaciones con sus esposas sobre sus preocupaciones. Y cuando, hace una década, finalmente preguntamos a las esposas si querían sumarse como miembros del Estudio, muchas mujeres dijeron: “¿Saben…? Ya era hora…”.

¿Qué hemos aprendido? ¿Qué lecciones surgen de las decenas de miles de páginas de información que generamos sobre estas vidas? Bueno, las lecciones no tienen que ver con riqueza, ni fama, ni con trabajar mucho. El mensaje más claro de estos 75 años de Estudio es éste: Las buenas relaciones nos hacen más felices y más saludables. Y punto.

Hemos aprendido tres cosas sobre las relaciones. La primera es que las relaciones sociales nos hacen bien y que la soledad mata. Resulta que las personas con más vínculos sociales con la familia, los amigos, la comunidad,  son más felices, más sanos físicamente y viven más que las personas que tienen menos vínculos. Y experimentar soledad resulta ser tóxico. Las personas que están más aisladas de lo que quisieran de otras personas, encuentran que son menos felices, son más susceptibles a recaídas de salud en la edad media, sus funciones cerebrales decaen más precipitadamente y viven menos que las personas que no están solas. Y lo triste es que, en cualquier momento, más de 1 de cada 5 estadounidenses, informarán estar solos.

Y sabemos que podemos estar solos en la multitud, y poder estar solos en un matrimonio. Y por eso, la segunda gran lección que aprendimos es que esto no tiene que ver con la cantidad de amigos que tenemos, tampoco tiene que ver con que estemos relacionados; lo que importa es la calidad de las relaciones más próximas.

Resulta que vivir en medio de un conflicto es muy nocivo para la salud. Por ejemplo, los matrimonios muy conflictivos, sin mucho afecto, resultan ser muy perjudiciales para la salud, quizás peores que el divorcio. Y vivir en medio de relaciones buenas y cálidas proporciona protección.

Cuando nuestros hombres llegaron a sus ochenta y tantos, quisimos analizar cómo había sido su edad media para ver si podíamos predecir quién se convertiría en un octogenario feliz y saludable y quién no. Y cuando recolectamos todo lo que sabíamos de ellos a sus 50 años,  no fueron los niveles de colesterol de la edad media los que pronosticaron cómo envejecerían. Fue el grado de satisfacción que tenían en sus vinculaciones. Las personas más satisfechas  en sus vinculaciones a los 50 años fueron los más saludables a los 80 años. Y bueno, las vinculaciones  personales parecen amortiguar algunos de los achaques del envejecimiento.

Nuestros hombres y mujeres que estaban en parejas felices, informaron a sus ochenta y tantos, que cuando sentían más dolores físicos, seguían de buen humor. En cambio, las personas que tenían una relación poco feliz, los días que informaban tener más dolores  físicos, éstos aumentaban por el dolor emocional.

Y la tercera gran lección que aprendimos sobre las relaciones y la salud, es que las buenas relaciones no sólo protegen el cuerpo, sino que protegen el cerebro.

Resulta que estar en una unión segura con otra persona a los 80 y tantos, regala  protección. Las personas que están en una vinculación personal en la que sienten que pueden contar con la otra persona, si lo necesitan, los recuerdos de esas personas permanecen más nítidos por más tiempo. Y las personas en una relación en la que sienten que no pueden contar con la otra persona, son personas que pierden antes la memoria.

Pero las buenas relaciones pueden no ser armoniosas todo el tiempo. Algunas de nuestras parejas octogenarias a veces podían pelearse, pero en tanto sentían que podían contar con el otro cuando la situación se ponía difícil, esas peleas no quedaban en sus recuerdos.

Esta  afirmación de que las relaciones sanas y estrechas son buenas para la salud y el bienestar, es una sabiduría tan antigua como el tiempo.

¿Por qué es tan difícil de entender y tan fácil de ignorar? Bueno, somos humanos. Nos gustaría una solución rápida, algo que mejore la vida y que sea permanente. Las relaciones son problemáticas, son complicadas, y cuidar a la familia y a los amigos no es algo atrayente ni fascinante... Dura toda la vida, nunca termina…

En el estudio, las personas de 75 años más felices al jubilarse fueron aquellas que activamente reemplazaron compañeros de trabajo por nuevos compañeros de juego. Como los encuestados de la generación del milenio, muchos de nuestros hombres cuando eran adultos jóvenes creían que la fama, la riqueza y lograr grandes cosas, era lo que necesitaban para tener una buena vida. Pero, con el tiempo, en estos 75 años, nuestro estudio ha  demostrado que a las personas que se decidieron por vincularse con la familia, con los amigos con la comunidad, les fue mejor.

Por lo tanto, ¿qué pasa contigo…? Digamos que tienes 25, o 40, o 60 años. ¿Qué implica optar por buenas vinculaciones  personales? Bueno, las posibilidades  son casi ilimitadas. Podría ser tan simple como pasar más tiempo con personas que con pantallas, o renovar una antigua relación haciendo algo nuevo juntos: largas caminatas o citas nocturnas, o acercarse a ese familiar a quien no hemos visto ni  hablado durante años, porque esas discusiones familiares tan comunes dejan una terrible herida en las personas que guardan rencores.

Quiero terminar con una cita de Mark Twain. Hace más de un siglo, él analizaba su vida y escribió: “No hay tiempo que perder, la vida es muy breve para discusiones, disculpas, animosidades, pedidos de cuenta… Sólo hay tiempo para amar y, por así decirlo,  sólo un instante para ello”.

La buena vida se construye con sólidas vinculaciones personales. Gracias.

Comentarios
Total comentarios: 1
17/08/2016 - 15:40:24  
Debemos felicitar a los editores por presentar esta excelente y sabia charla.
Es considerar la Creacion en su verdadera dimension como lo señala Benedcito XVI cuando enseña que lo esencial en lo humano son la relaciones personales. Corroborarlo estadísticamente es un signo de los tiempos. Y agradecer al padre Kentenich que recibió esa misión, desde el saneamiento de su aislamiento, por Maria. Es saber que estamos en el buen camino para rescatar la cultura despersonalizada y de muerte vigente. Vincularse en el amor, lo demás viene por añadidura.

John Hitchman
USA
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