Evangelio domingo 18 de agosto

Domingo 18 de agosto de 2019 | Juan Enrique Coeymans

18 de AGOSTO del 2019

Evangelio según San Lucas capítulo 12, 49 - 53

Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

Jesús dijo a sus discípulos: "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra".

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!

Jesús pareciera decirnos: mis palabras son fuertes, pero claras. El fuego que yo anhelo y que quisiera ver, es el fuego del amor, Toda la realidad impregnada de mi amor, pero respetando el misterio de la libertad que les hemos dado para que el amor no sea hijo del miedo, sino del reconocimiento y conciencia que desde la Trinidad los amamos infinitamente. Y eso, a costa de muchos sacrificios, entre ellos también tener que pasar a veces sobre los seres queridos, lo cual no es simple. No es lo que deseo, pero a veces es preciso, sobre todo cuando Uds. quieran consagrarse enteramente al Reino y sus familiares se opongan.

El querer de Dios a veces nos demanda seguirlo expresamente y a pasar sobre los afectos humanos. Esto escandaliza a nuestra mentalidad moderna, en que todo se va por la línea de lo cómodo, de lo fácil y lo agradable. Pero el reino a veces nos pide cosas duras y nos resistimos. Nuestro corazón no está hecho para doblarnos la mano, el " agere contra" de San Ignacio de Loyola, pero tengo que educarme, para la reciedumbre, para poner sobre todas las cosas, el querer de Dios y no mis ganas.

Señor Jesús, mi Salvador y Dios, te adoro humildemente, y me inclino a tus designios que son los designios de la Trinidad. Te pido la gracia de escoger siempre lo que sea deseo del Padre, y no mi querer, que me olvide de mí mismo - que tanto me cuesta-, y ponga sobre todas las cosas la voluntad del Padre. Que mi alegría sea realizar lo que a EL le agrada y espera de mí. Y que pase no sobre mis parientes, sino lo más importante pasar sobre mi mismo, que es lo más difícil.

AMÉN

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