Evangelio domingo 20 de octubre

Domingo 20 de octubre de 2019 | Juan Enrique Coeymans

20 de OCTUBRE del 1019

Evangelio según San Lucas, capítulo 18, 1 - 8

Vigésimo Noveno Domingo del Tiempo Ordinario

Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme"

Jesús pareciera decirnos: Para Uds. la perseverancia es como esas virtudes anticuadas, que no sirven para nada sino para exasperarse. Y por eso, no son perseverantes, pero en repetidas ocasiones en el Evangelio se recoge mi insistencia en que Uds. sean perseverantes, sobre todo perseverantes en la oración, y perseverantes en la misericordia y en el amor. No es que el Padre necesite que demuestren la perseverancia, sino que simplemente ella es el signo de que Uds. creen en el poder misericordioso de la Trinidad, y que Uds. no dudan de nuestra misericordia.

Hay muchas virtudes que me cuesta vivirlas y practicarles. Quizás si esta de la perseverancia es posiblemente la que más me cuesta, porque ella es la palanca para poder conquistar las otras virtudes. Sin perseverancia no se conquista nada. Debo educar mi corazón y mi voluntad para cuando decida algo: llegar hasta las últimas consecuencias, insistir con humildad y sencillez y decirle al Señor siempre: Tu me quieres, y yo te quiero por eso tengo derecho a importunarte para pedir lo que Tu no nos puedes negar jamás: el Espíritu Santo.

Señor Jesús, te bendigo y te adoro y me inclino ante Ti mi Señor y mi Dios. Te pido la gracia de crecer en la perseverancia. Pero perseverancia para solicitar el Espíritu Santo en mi alma. Sólo con El en mi corazón, podré ser perseverante en otras virtudes, y su luz, me ayudará a discernir cual es la voluntad de Dios. Señor, de la mano de tu madre quiero ser como un niño que solicita con insistencia el Espíritu Santo, seguro que el Padre y Tu jamás lo negarán.

AMÉN

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