Evangelio domingo 22 de marzo

Domingo 22 de marzo de 2020 | Juan Enrique Coeymans

22 de MARZO del 2014

Evangelio según San Juan, capítulo 9, 1 - 41

Cuarto Domingo de Cuaresma

Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?". "Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios. Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo". Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?". Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". Él decía: "Soy realmente yo". Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?". El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi". Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé". El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. Él les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo". Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta". Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?". Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta". Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él". Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". "Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo". Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?". Él les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?". Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este". El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada". Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?". El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?". Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando". Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él. Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven". Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?". Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria.

Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.

Pareciera que Jesús nos dice: esta escena del ciego de nacimiento es ilustrativa de los que no quieren creer que yo soy el Hijo de Dios, el Mesías prometido. Aunque haga milagros, los que no quieren creer inventan una y otra justificación, para negar lo que es claramente visible. Por eso, hermanos queridos, no se dejen arrastrar por los que quieren negar siempre mi existencia y mi ser, tomen en serio lo que les he enseñado, y no olviden nunca lo que les he dicho en mi última aparición en la Iglesia del siglo XX: Yo soy Jesús de la Divina Misericordia y apelen a ella cuando estén afligidos y díganme con fe, Jesús confío en Ti.

El Señor nunca hace milagros como un mago o un prestidigitador, sino que es un acercamiento al necesitado con sencillez, misericordia y cariño, y con algunos signos sensibles. Frente al ciego podría haber dicho cúrate, pero no, hizo barro y con ese barro le curó la ceguera. Así es en la vida de fe con los sacramentos, que son signos sensibles, nos llenan de gracia y nos curan, nos limpian y nos fortalecen, y sobre todo, nos transmiten su amor y su misericordia infinita.

Señor Jesús, te adoro y me inclino ante Ti. Tú eres el único Salvador, el único Redentor que nos libera de nuestras esclavitudes y de nuestras cegueras. Cegueras para ser perseverantes en la oración, ceguera de no mirar las necesidades de los demás, ceguera ante tu presencia silenciosa en la Eucaristía y en el Santísimo Sacramento. Señor Jesús, apiádate de mí, y regálame ser un hijo fiel tuyo y de María. Haz que mi corazón se llene del tuyo para amar.

AMÉN

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