Evangelio domingo 27 de diciembre

Domingo 27 de diciembre de 2020 | Juan Enrique Coeymans

27 de DICIEMBRE de 2020

Evangelio según San Lucas, capítulo 2, 22 .39 - 40

Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Pareciera que Jesús nos dice: Cuando me encarné en las entrañas purísimas de mi madre, no me puse un disfraz, quise vivir todo lo que se experimenta siendo un hombre, viví las maduraciones necesarias de las diferentes edades, y fui creciendo a medida que pasaban los años. Cumplimos con mis padres todas las prescripciones de la Ley. Fui circuncidado como judío que era, y mi cuerpo y mi alma iban madurando en una familia sencilla en Nazareth. Mi vida entera excepto los últimos tres años fue una vida laical. Y nuestra familia como las de Uds. vivió en lo cotidiano la santidad de la vida diaria.

Tengo, al igual que muchos cristianos, la tentación de ver a la Saagrada Familia como llena de cosas extraordinarias. Es verdad que lo más extraordinario fue la Encarnación en María y la aceptación de José, que es lo más grande que le ha acontecido a la humanidad, pero los 30 años de vida en Nazareth fueron no oscuros, sino con la luminosidad del amor familiar y y la vida simple de familia, con el trabajo y las tareas domésticas. Por eso, no debo tener la tentación de mirar lo sencillo de cada día como un alejarme de Dios, sino como la manera al estilo de Nazareth de ser santo de la vida diaria.

Señor Jesús. en estos tiempos de Navidad te vemos en tu fragilidad de niño recién nacido, y sin embargo eres Dios encarnado. Te alabo, bendigo y adoro. Me inclino ante tu pequeñez humana pero tu grandeza de Hijo de Yavé en la eternidad, e Hijo de María en el tiempo. Gracias Señor por mostrarnos que la santidad no es hecha de cosas extraordinarias, sino la perfección de vivir el amor cotidiano sin estridencias, sino con alegría cotidiana. Señor, bendito y alabado seas siempre por tu Familia, escuela de Santidad para todos.

AMÉN

Comentarios
Nombre:   Procedencia:
Comentario:
Código de seguridad:   captcha
Caracteres restantes: 1000