Evangelio domingo 29 de noviembre

Domingo 29 de noviembre de 2020 | Juan Enrique Coeymans

29 de NOVIEMBRE del 2020

Evangelio según San Marcos, capítulo 13, 33 – 37

Primer Domingo de Adviento

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta».

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta".

Jesús pareciera decirnos: En diferentes escenas de los Evangelios aparece el estar alerta. No lo hago para asustarlos, sino para que sus vidas tengan continuidad en la lealtad al Evangelio y a mí. Lo que quiero es que haya una vida equilibrada, no con grandes subidas y bajadas, sino una vida en que en todo momento sea vida de unión a mi. Yo los amo infinitamente, y deseo que estén en mi cercanía siempre. Pero eso supone la actitud fundamental, de esperar que yo venga a buscarlos y Uds. estén preparados para el encuentro siempre

No suelo pensar en las llegadas del Señor cuando menos se le espera. Vivo, como un pájaro indolentemente, sin estar velando. No se trata que uno esté todo el día rezando, sino que en todo momento tengo que estar alerta de que es lo que el Señor quiere de mí, cuál es su querer y sus deseos en cada circunstancia. Si la bebida y comida del Señor es hacer la voluntad del Padre, también mi comida y bebida tiene que ser realizar la voluntad del Padre en todo momento. Eso es estar alerta.

Mi Señor y mi Dios. Te adoro humildemente, Me inclino ante ti, y te reconozco como mi Ideal, mi Dueño y mi Rey. Benditos seas Señor por soportarme todos los años de mi vida con mi pequeñez y miseria y también con mis momentos de alegría y altura a las que Tú me has llevado por pura misericordia. Señor, no puedo sino agradecerte por esas adoraciones en silencio, en que no decía nada, solo te miraba, y Tú me mirabas a mí. Esas gracias tengo que agradecerte, porque no todo ha sido oscuridad y las claridades, han sido regalos tuyos inmerecidos que he recibido. Ahí he estado alerta.

AMÉN

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