Evangelio domingo 4 de julio

Domingo 4 de julio de 2021 | Juan Enrique Coeymans

4 de JULIO del 2021

Evangelio según San Marcos capítulo 6, 1 - 6.

Décimo Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario.

Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

Y él se asombraba de su falta de fe

Jesús nos dice: Hablé de diversas maneras para que creyeran en la verdadera imagen nuestra de la Trinidad. Sobre todo, les mostré el rostro misericordioso de mi Padre, hice milagros para que creyeran que vengo del Padre y que soy divino y humano. Pero no creían la mayoría de ellos. La fe es un don que se le entrega a todos de alguna u otra manera, pero para recibirlo, hay que tener abierto el corazón a ese don. Sin embargo, la mayoría de los hombres, no tiene fe a pesar de todo lo que hice para que la tuvieran. Lo que no se quiere recibir, no se recibe en la vida.

Puedo agradecer el haber recibido la fe desde mi infancia, y haber permanecido creyente aunque hubo un periodo de mi vida en que la fe se debilitó y me olvide de Dios. Las causas de esto último fueron la importancia que le di a una falsa racionalidad. Cuando uno no quiere creer, pues sencillamente no cree. Y mi conversión fue el testimonio de un amigo de mi papá, hombre sabio y humilde, en que un día que lo acompañé a Misa y llegamos adelantados se fue adelante en la Iglesia y de rodillas sacó su rosario y empezó a rezar en silencio. El testimonio de esa persona me abrió los ojos a la fe para siempre.

Señor Jesús, Hijo del Padre desde la eternidad e hijo de María según la carne, Dios y hombre, te adoro en el silencio de mi corazón, y te doy gracias por el don de la fe. No permitas que la torpeza de racionalizar mediocremnete diluya los misterios de la fe. Me postro y te adoro, y te pido la gracia de nunca olvidar el amor que nos tienes y que me tienes, Sí Señor, que mire la vida siempre, como un continuo estar en tu presencia a pesar de mi miseria y mediocridad, Señor, que María me conduzca a la hondura de tu corazón.

AMÉN

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