Evangelio domingo 4 de octubre

Domingo 4 de octubre de 2020 | Juan Enrique Coeymans

4 de OCTUBRE del 2020

Evangelio según San Mateo, capítulo 21, 33 - 46

Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. Pero los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y al tercero lo apedrearon. El propietario volvió a enviar a otros servidores, en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: 'Respetarán a mi hijo'. Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero: vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". Y apoderándose de él, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando vuelva el dueño, ¿qué les parece que hará con aquellos viñadores?». Le respondieron: "Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo". Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ¿esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos". Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular

Pareciera que Jesús nos dice: No será solo Israel quien puede recibir los frutos de la redención, también otros, que habiendo sido desechados van a ser la piedra angular. Con mis palabras estoy anticipando, aunque misteriosamente, lo que sucederá después que yo haya muerto, resucitado y ascendido al cielo: otros pueblos serán los primeros, y los que gozarán del reino porque escucharon mis palabras. Es misteriosa esta vuelta de la situación, pero mientras predicaba en Israel fui dándome cuenta que mi pueblo en el que me encarné, no quería oír lo que yo les anunciaba.

La pregunta que tengo que hacerme a mí mismo es ¿soy yo como Israel o yo soy como los otros pueblos que serán los que llegarán a los primeros cueste lo que cueste la voluntad del Padre porque escucharon y vivieron lo que le Señor les anunciaba? Y la respuesta no es sencilla: muchas veces soy como Israel, y otras tantas como los pueblos de la última hora. Mi tarea es simple: debo escuchar y poner en práctica en todas las situaciones de mi vida lo que el Señor me pide, y hacer por lo tanto la voluntad del Padre,

Señor Jesús, que tienes una paciencia infinita conmigo, te pido perdón, por todas las veces en que desoí lo que Tu me pedías, en que me olvidé del querer del Padre, y me dejé llevar por mi propio egoísmo y soberbia. Dame la gracia de pedir siempre el Espíritu Santo con todo mi corazón, para que El me de la fuerza para resistir las tentaciones que de una u otra manera, me llevan a desoir tu Palabra. Señor Jesús, ten piedad de mí, y ayúdame a ser de los pueblos del final, que son recompensados con el cielo.

AMÉN

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