Evangelio jueves 21 de enero

Jueves 21 de enero de 2021 | Philippe Morizon Rubio

21 de ENERO del 2021

Evangelio según San Marcos, capítulo ‪3, 7 - 12‬‬‬‬‬

Jueves de la Segunda Semana del Tiempo Ordinario

Santa Inés, Virgen y Mártir. Memoria obligatoria

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

Meditación de Sebastián Castaño Fueyo

Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto

Jesús parece decirme: he venido para enseñarles el verdadero amor y para que crean en mi Padre. Los milagros que realizo, los hago por amor y por compasión por aquellos que con fe y arrojo me buscan para encontrar sanación. Pero la sanación física de poco vale si no va verdaderamente acompañada de una conversión profunda en el corazón. Quiero conquistar los corazones de muchos para que me lleven con ellos. Yo los acompañaré en silencio, en comunión, sin necesitar que me anuncien... un corazón que me lleva brilla a la luz de mi Padre y de los hombres.

Jesús ofrece sanación a quienes van a su encuentro. El los espera pacientemente y todos pueden verlo, no se esconde de ellos. Jesus realizó muchos milagros, visibles a los ojos del mundo, para que el mundo pudiera creer que El venía en nombre de Dios. Hoy Jesús también está esperando, ahí sentado, esperando, sin esconderse, tiene compasión de aquellos que se arrojan con fe a sus pies para tocarlo y abren su corazón, en silencio, para recibir el verdadero milagro que El quiere hacer: transformarnos y habitar permanentemente en nosotros. Así daremos fruto

Querido Señor, sé que tu Reino no es de este mundo, y allá quisiera llegar definitivamente. Quisiera tener esa fe y arrojo – como el de aquellos hombres que te seguían desde muy lejos – para buscar que seas tú quien me transforme y me llene el corazón. Ayúdame Señor a ofrecerme más a ti, sin cautela o condiciones, tal como lo hizo María que se dejó conquistar por el Santo Espíritu. Quiero llevarte con humildad para ser digo instrumento tuyo. Bendito y alabado seas por siempre Señor.

AMÉN

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