Evangelio jueves 23 de enero

Jueves 23 de enero de 2020 | Ignacio Suazo

23 de ENERO de 2020

Evangelio según San Marcos, capítulo 3,7-12.

Jueves de la Segunda Semana del Tiempo Ordinario

Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, y lo siguió mucha gente de Galilea. Al enterarse de lo que hacía, también fue a su encuentro una gran multitud de Judea, de Jerusalén, de Idumea, de la Transjordania y de la región de Tiro y Sidón. Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara. Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: "¡Tú eres el Hijo de Dios!". Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.

Ignacio Suazo Zepeda

"Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto."

Jesús parece decirme: te vuelves a sorprender porque hago callar a los demonios. Sabes, sin embargo, que mi reino no es de este mundo. Sabes que el camino al Padre es a través de lo silencioso y lo pequeño. Sabes que involucra dolor e incomprensión. No son ni serán demonios los que me anunciarán, en medio de gestos espectaculares y grandilocuentes. Más bien lo harán hombres y mujeres sencillos y humildes, ciertos de que todo les vendrá dado por Dios.

¿Cuántas veces yo quisiera ser el que "arroja demonios" y que estos proclamen la santidad de mis acciones? ¿Cuántas veces quiero hacer el bien por vanagloria? Entonces escucho con vergüenza nuevamente las palabras "¡vanidad de vanidades!". En momentos en que Chile y la Iglesia atraviesan crisis profundas, la tentación de que levantaremos todo con nuestras manos (¡Cómo si ellas solas bastaran!) y usando pirotecnia espiritual es aún más fuerte. Se, sin embargo, que la solución va por otro lado y esa es la actitud que debe primar.

Señor Jesús, sólo te pido una cosa hoy día: que me ayudes a cultivar con más fuerza una profunda santidad en la vida diaria. Que viva en mí el mismo espíritu tuyo; ese que no espera la glorificación de Dios de algo tan espectacular como un demonio saliendo de una persona. Que, por el contrario, busque adorarte "en espíritu y verdad", desde lo profundo del corazón y alcanzando todas las dimensiones de mi vida, con las manos abiertas a tu querer, aun cuando signifique cansancio y sufrimientos. Te lo pido por María ¡Ella entendió y vivió estas cosas! Que ella me eduque en esta senda.

AMÉN

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