Evangelio lunes 20 de enero

Lunes 20 de enero de 2020 | Magdalena Fernández

20 de ENERO del 2020

Evangelio según San Marcos, capítulo 2, 18 -22

Lunes de la Segunda Semana del Tiempo Ordinario

Septuagésimo Octavo aniversario de la Inscriptio del Fundador de Schoenstatt

Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?". Jesús les respondió: "¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo.
Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!".

Meditación de Magdalena Fernández Pérez

"Es natural que no ayunen"

Dios Padre me dice: ¡Alégrate! Envié a mi Hijo al mundo para redimirte y para regalarte mi Palabra. Soy un Dios de vivos, de santos alegres. Y mi Palabra es un mensaje de Salvación. Sin importar las dificultades que estés pasando, recuerda la recompensa que te espera, y que yo estoy contigo en todo momento. Es más, toma tus dificultades y entrégamelas en oración. Ya verás como se aliviana tu espíritu. Vuelve a confiar en mi como aquel niño pequeño que tambalea hacia los brazos de su padre sin dudar ni temer.

"Un santo triste es un triste santo". Cuantas veces me lleno de preocupaciones y me agobio por el "deber ser". Como cristiana no puedo vivir así. Muy por el contrario: Dios me llama a vivir con plenitud, a disfrutar cada momento y de las cosas más simples. Cuantas veces olvido que el verdadero cristiano es aquel que es niño, que sabe reír y perdonar, que aliviana el ambiente y sabe encontrar algo bueno en cada persona. Todos tenemos los días contados. Vivámoslos entonces como el regalo que son.

¡Gracias Padre Dios por mi vida! Gracias por haberme dado una familia y tan buenos amigos, gracias por las experiencias y lugares que me has mostrado, y por permitirme ver cada día el cielo y la naturaleza, por oír música y por poder conversar con mis seres queridos, por poder saborear un buen plato de comida. Por permitirme caminar hacia donde quiero, e incluso correr cuando quiero ir rápido. Por regalarme las montañas y el mar, los colores y olores, las nubes y los atardeceres. ¡Gracias por la vida! Y gracias por la fe.

AMÉN

Comentarios
Nombre:   Procedencia:
Comentario:
Código de seguridad:   captcha
Caracteres restantes: 1000