Evangelio lunes 28 de septiembre

Lunes 28 de septiembre de 2020 | Magdalena Fernández

28 de SEPTIEMBRE del 2020

Evangelio según San Mateo, capítulo 10, 34 - 39

Lunes de la Vigésimo Sexta Semana del Tiempo Ordinario

No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.

Meditación de Magdalena Fernández Pérez

"El que pierde su vida"

Jesús me dice: si no pierdes tu vida por mi causa, no la hallarás nunca. No quiero decir con esto que mi llamado invite a la tristeza ni al sufrimiento en sí. Todo lo contrario. Es un llamado que invita a la alegría. Y la única manera de encontrar la verdadera alegría es olvidándote de las cosas innecesarias de este mundo. Evitando angustiarte por cosas superfluas, entrar en discusiones sin sentido, guardar rencor, dejarte llevar por prejuicios... tantas cosas que el mundo busca mostrar como "normales", pero que no hacen más que empobrecer tu espíritu.

El otro día leía un libro que hablaba de la alegría y la fe. Decía que la tristeza debe ser desterrada del alma del cristiano. Si bien existe el dolor, la fe permite transfigurarlo y vivir en la alegría. Jesús me invita a perder mi vida para poder encontrarla. Me llama a ser partícipe de la verdadera alegría. Me llama a salir de la tristeza que me genera el dolor, y a ver las cosas con una mirada sobrenatural. Me invita a entregar mi vida a los otros, y a mantener la alegría como un sello del apóstol.

Señor, quiero entregar mi vida. Ayúdame a mantener siempre una mirada sobrenatural sobre las cosas, y a no permitir que la tristeza se apodere de mi corazón. Quiero empaparme de una alegría contagiosa, que invite a quienes no te conocen a acercarse a Ti. Que mi día empiece y termine en Ti. Te doy las gracias Señor por invitarme a caminar contigo, y por entregarme esta alegría que no he podido encontrar en otro lado. Si esto es solo un atisbo de la vida verdadera, con qué gusto renunciaré a lo que me ata en esta tierra.

AMÉN

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