Evangelio martes 23 de abril

Martes 23 de abril de 2019 | Francisco Bravo

23 de ABRIL del 2019

Evangelio según San Juan, capítulo 20, 11 - 18

Martes de la Octava de Pascua

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: "Mujer, ¿por qué lloras?" María respondió: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto". Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?" Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: "Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo". Jesús le dijo: "¡María!". Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: "¡Raboní!", es decir, "¡Maestro!" Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes"". María Magdalena, fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que Él le había dicho esas palabras.

Meditación de Francisco Bravo Collado

Jesús le dijo: "¡María!"

Es como si Jesús me dijera: "Por su nombre. Así la llamé a ella cuando me buscaba entre los muertos. Así llamo yo a los míos, a los que me aman, a los que me buscan cuando ya han perdido la esperanza, pero siguen dispuestos a poner el hombro y trabajar. Y esa, también, es mi invitación: como María Magdalena, anda a buscar a tus muertos, dispuesto a hacer el trabajo más desagradable, aquel que a todas luces supera tus fuerzas. Es ahí donde yo te hablo y te llamo por tu nombre para que tú me reconozcas como tu Maestro.

Dos cosas me emocionan de este texto. Primero, que la llama por su nombre, el dulce nombre de María. El nombre de mi madre, de mis hermanas, de mi esposa, de mis hijas. El nombre de los grandes amores de mi vida. Segundo, su actitud. Viene de luto y sufriendo, con el corazón evidentemente destrozado, pero no sólo eso: viene, además, dispuesta a trabajar, a encontrar el cadáver de su amado Señor, y recogerlo y acomodarlo. Estos días he pensado mucho en cómo aprender a trabajar y cargar en medio de circunstancias trágicas y difíciles, y me sorprende encontrar este texto.

Jesús ¡Maestro y amigo! llámame también a mí por mi nombre. Te ofrezco buscarte como te buscó la Magdalena: en la desesperanza, en la noche, cuando ya todos se fueron y solo quedo yo llorando ante tu sepulcro. Llama también a mis Marías en sus noches. Llámalas con claridad y por su nombre, aun cuando ya hayan perdido toda esperanza de encontrarte entre los vivos. Llámalas, aunque te vean de frente y no te reconozcan. Te ofrezco mi trabajo diario y prosaico para que tú te muestres a ellas y que, así, ellas nos puedan anunciar que tu Dios es nuestro Dios y que tu Padre es nuestro padre.

AMÉN

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