Evangelio miércoles 19 de enero

Miércoles 19 de enero de 2022 | Osvaldo Andrés Iturriaga

19 de ENERO DEL 2022

Evangelio según San Marcos capítulo 3, 1 - 6

Miércoles de la Segunda Semana del Tiempo Ordinario

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: "Ven y colócate aquí delante".
Y les dijo: "¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?". Pero ellos callaron. Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: "Extiende tu mano". El la extendió y su mano quedó curada. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"Apenado por la dureza de sus corazones"

Siento como si el Señor me dijera "aunque tengo el poder de sanar y de perdonar pecados, no puedo entrar en un corazón duro, cerrado en sí mismo. Cuando el sentimiento de superioridad se apodera de una persona, no hay espacio para que yo entre y convierta ese corazón, ya que está todo lleno de auto suficiencia. Por ello, cuídate de envanecerte, de juzgarte como superior a otros. No sea que termines confundiendo mi voz con la voz de tus propios criterios y de tu entendimiento limitado, y dejes de escucharme cuando te llamo a la conversión".

Siempre me ha llamado la atención que, en los Evangelios, Jesús habla con gran amor y compasión con todos aquellos que son pecadores "públicos" -cobradores de impuestos, adúlteros, prostitutas, ladrones, o incluso aquellos que lo torturaron-, pero no tiene paciencia con aquellos que parecen ciudadanos modelo, que cumplen los preceptos, pero son "duros de corazón". Me asusta pensar que en ocasiones yo pueda actuar como esos que por alguna razón se creen "mejores" que el resto, despreciando o tratando sin ninguna caridad a los actúan de cual o tal manera.

Querido Señor, gracias por recordarme que soy débil, pequeño y que necesito permanentemente de tu gracia para no caer en la arrogancia, en la soberbia o en la auto suficiencia. Ayúdame a no olvidar esto cada vez que crea que puedo juzgar a alguien, por el motivo que sea; regálame liberar mi corazón de todo aquello que lo endurezca. Sobre todo, te pido la humildad para estar abierto siempre a tu acción y a la conversión que me invitas.

AMÉN

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