Evangelio miércoles 22 de septiembre

Miércoles 22 de septiembre de 2021 | Osvaldo Andrés Iturriaga

22 de SEPTIEMBRE del 2021

Evangelio según San Lucas, capítulo 9, 1 - 6.

Miércoles de la Vigésima Quinta Semana del Tiempo Ordinario

Jesús convocó a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar a toda clase de demonios y para curar las enfermedades. Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: "No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos". Fueron entonces de pueblo en pueblo, anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes.

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación?"

Siento como si el Señor me dijera "¡Atento! No dejes que la autocomplacencia te engañe. Cuando te conformas con sentir que haces todo bien, y comienzas a creerte mejor o más cercano a Dios que otros, es hora de detenerte. No sea que el sentimiento de auto suficiencia te haga creer que tu voluntad, que tus prioridades y tu forma de ver las cosas es la única correcta, la única que viene de Dios. Mi camino es uno de permanente conversión, de constante salir de tus estructuras limitadas, y de abrirte a la novedad del Reino de Dios.

Muchas veces caigo en la tentación, tal vez con muchas otras personas de mi edad, de pensar que mi generación es más justa, más sabia o incluso éticamente más elevada que las que nos precedieron. Y si bien hay aspectos de nuestra visión actual de sociedad que tienden a crear un mayor ambiente de justicia, probablemente esa sensación de "superioridad moral" sea de las cosas que más nos aleja de Dios, haciéndonos dejarlo a un lado, como si fuera un accesorio en nuestra vida. Hoy el Señor me recuerda que soy tan necesitado de su misericordia como cualquiera; y que mientras no lo reconozca, no podré abrir realmente mi corazón a su amor.

Querido Señor, a veces tus palabras son duras, pero tal vez es lo que necesito escuchar para no dormirme en mis comodidades. Regálame esa humildad que viene del sentirse pequeño y necesitado; que cada vez que me sorprenda juzgando a otros, me recuerde que a mí mismo que todo lo que tengo viene de tu gracia. Ayúdame a ser un instrumento de Paz en el mundo, que sepa llevar concordia y perdón allí donde todo parece irreconciliable. Bendito seas por siempre Señor.

AMÉN

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