Evangelio miércoles 5 de febrero de 2020

Miércoles 5 de febrero de 2020 | Ignacio Torres

5 de FEBRERO del 2020

Evangelio según San Marcos, capítulo 6, 1-6

Miércoles de la Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

Santa Águeda, virgen y mártir. Memoria obligatoria


Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente. 

 

Meditación de Ignacio Torres Karmy

“¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón?”

Jesús pareciera decirme: No tengas miedo de anunciar mi Palabra delante de los tuyos. Tienes un fuego que te quema por dentro, que compartes con tantos otros que no te conocen. Hoy te invito a que compartas tu fe con valentía y alegría con tus padres, hermanos, y amigos más cercanos. Ellos necesitan de ti, no sientas vergüenza o temor al rechazo. Cuanta reunión o encuentro social que se habla de Dios o de la Iglesia y pasas inadvertido. Te necesito como Profeta, anunciando y actuando siempre.

La frase que he escogido del evangelio de hoy, me interpela profundamente sobre la capacidad de seguir y anunciar a Cristo siempre. Partiendo por los que tengo más cerca, padres, hermanos, y amigos cercanos sin miedo al rechazo. El evangelio me propone a mantener mi fe viva y activa, y con un sentido de misión permanente. Pienso -por ejemplo, como plantearme cuando en el encuentro de curso salga nuevamente el tema de la Iglesia. No puedo seguir siendo un espectador.

Señor mío y Dios mío, me has regalado la fe para compartirla y hacerla crecer de la mano de otros. No para guardarla como una llamita pequeña pobre y egoísta, sino como un fuego que enciende a otros fuegos, con un calor que derrite las barreras del miedo, la arrogancia y la pasividad. Oh Dios mío, cuanto me cuesta entender que me has llamado a ser como Tú, otro Cristo, ser un profeta, que anuncie tu Verdad, sin miedo al rechazo y al qué dirán. Regálame Señor esa libertad de espíritu y voluntad. AMÉN. 

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