Evangelio sábado 11 de septiembre

Sábado 11 de septiembre de 2021 | Gonzalo Manzano

11 de SEPTIEMBRE del 2021

Evangelio según San Lucas, capítulo 6, 43 - 49.

Sábado de la Vigésima Tercera Semana del Tiempo Ordinario

Jesús decía a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca. ¿Por qué ustedes me llaman: 'Señor, Señor', ¿y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien construida. En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.»

Meditación de Gonzalo Manzano González

"De la abundancia del corazón habla la boca"

Jesús parece decirme: Cada vez que te pasa algo, sea bueno o malo, tu corazón recibe eso y lo atesora. Si consigues un trabajo nuevo, o tienes un nuevo cliente, tu corazón se alegra. Si tu hijo tiene un accidente, tu corazón se entristece. Si alguien te hace daño, seguramente te enojas. Y así, se afecta el resto de cosas que sigues haciendo, porque si cocinas triste, todo sabe más amargo; si manejas feliz, ninguna bocina te molesta. Esto es porque tu corazón manda lo que haces. Si me tienes ahí en tu corazón, si de verdad estoy contigo en tu corazón, si me haces espacio, sólo de Mí hablarás, y Yo guiaré tu actuar.

Este mundo es áspero, poco empático, individualista y rencoroso. Solo salir de la casa nos puede dejar en mal pie para el resto del día, si nos moja un auto. Por esto me urge hacerle espacio a Jesús en mi corazón. Si rezo en la mañana al salir con mis hijos, ya comienzo mejor el día, y aunque el mundo se ensañe conmigo, puedo salir adelante. Pero me pasa a veces que este mundo puede más, quizás porque fui tibio en mi compromiso con Cristo, quizás porque sólo lo olvidé un momento. Estos momentos son los complicados, porque a veces se me acumulan, y de repente me siento solo, como si Él se hubiese ido, siendo que yo lo eché.

Señor Jesús, te encargo mi corazón. Fortalécelo y hazlo fuerte, pero dócil a tu Palabra. Voy y vengo en mi tibieza, y muchas veces no te mantengo en él. Sé que soy yo el que te falla, y me duele en el alma fallarte así, porque te prometí ofrecerte mi corazón, y realmente no quiero. Para mí es imposible superar estas pequeñeces mías, porque sin Ti no soy nada. Te ofrezco estos dolores, y las necesidades que sufro día a día, para que con tu Madre las transformes en crecimiento, y tal como el abono hiede, se convierta en alimento para la planta que quiero cultivar con ustedes.

AMÉN

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