Evangelio sábado 14 de noviembre

Sábado 14 de noviembre de 2020 | Gonzalo Manzano

14 de NOVIEMBRE del 2020

Evangelio según San Lucas, capítulo 18, 1 - 8.

Sábado de la Trigésima Segunda Semana del Tiempo Ordinario

Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse:
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".

Meditación de Gonzalo Manzano González

"Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche?"

Jesús parece decirme: Los amo tanto que dí mi vida por cada uno de ustedes, para así abrirles las puertas del Paraíso, porque quiero compartir la eternidad con ustedes. En verdad, fui Yo quien los vino a buscar, fui Yo quien los eligió para ser Hijos de Dios. Entonces, si ustedes me piden ayuda, si ustedes me buscan, ¿cómo no los voy a escuchar? Te aseguro que lo hago, y aunque ustedes no quieran escucharme, les hablo constantemente, en el mundo y en sus corazones. Quizás no guardas silencio para escucharme, o quizás no estás pidiendo lo que realmente te traerá a mi, pero todo lo que dices y haces, llega a mi.

Cuesta creer que realmente Cristo está ahí, a mi lado, escuchándome y acompañándome en esta vida. Y el problema es que los caminos son tortuosos, y mi pecado me impide ver con claridad, buscando siempre escapar del dolor y el sacrificio, que me permiten reconocerme pequeño ante Él. Quiero que mi oración sea sincera, sin grandilocuencias, simple y directa, cargada de afecto y reverencia, pero inequívoca para alabar al Señor, para pedirle por mis necesidades y carencias, para pedirle perdón y ofrecerme en sacrificio, tal como Él lo hizo.

Señor Jesús, Tú sabes lo que realmente necesita mi alma, aunque yo y los míos no seamos capaces de ver más allá de nuestras narices. Me haces esperar porque incluso con eso quieres enseñarme paciencia, y que el total abandono en tus manos es la única forma en que mis penas pueden pasarse. Te reconozco que a veces duele que te tomes tanto tiempo, porque no puedo evitar mis sentimientos, pero eso no puede significar que éstos me gobiernen. Por eso, enséñame con tu Madre en su Santuario, lo que necesito realmente para ser un hombre de bien, que con su actuar te alabe y bendiga, de cara a este mundo que te da la espalda.

AMÉN

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