Evangelio sábado 15 de enero de 2022

Sábado 15 de enero de 2022 | Gonzalo Manzano

15 de ENERO del 2022

Evangelio según San Marcos capítulo 2, 13 - 17

Sábado de la Primera Semana del Tiempo Ordinario

Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". Él se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

Meditación de Gonzalo Manzano González

"¿Por qué come con publicanos y pecadores?"

Jesús parece decirme: Esta pregunta no te gusta, ¿no? Más allá de quienes son las personas, que no necesariamente son gente con la que usualmente te guste tratar, te molesta porque no te gusta el estigma. ¡¿Quiénes son los fariseos para poner esas etiquetas?! Pero tú también has sido fariseo algunas veces, ¿o no? ¿No has puesto esas mismas etiquetas a otras personas? Por eso, también tú eres pecador, al igual que esos mismos fariseos que se creían mejores personas que los demás. La diferencia que quisiera que exista entre tú y esos fariseos, es que quiero que reconozcas tu error, y sobre todo que trates a todos con respeto y cariño.

¡Cuántas veces me he sorprendido señalando con el dedo! Me es tanto más irritante mi propia actitud frente a personas que pueden estar equivocadas de cara a Dios, que su propio error. Soy tan rápido en ver la paja en el ojo ajeno, que, si bien estoy consciente de la viga en el mío, disparo igualmente como si viera perfectamente. Y cuando me reconozco en esas, ¡por Dios que duele! No quiero seguir cayendo en los mismos errores, que ya parecen infantiles por tantas veces que Él me ha corregido y que yo mismo he tachado como negativos. Me hace falta tanta humildad, y cada vez que creo que estoy siendo más humilde, no lo soy.

Señor Jesús, hoy me llamas a bajar mi cabeza y deshacerme de esa vanagloria que me tienta a mirar a los demás desde una altura en la que nadie me ha puesto. Me has dicho siempre que no sea juez de mis hermanos, y yo torpemente me la paso situándome en esa posición. Cúrame, Señor, de esa soberbia que me hace mirar con desdén a mis hermanos. Que ellos sepan perdonarme, Señor, pero por sobre todo, que yo mismo me perdone, porque sé que cuento con tu perdón incondicional. Madre querida, te entrego mi dolor de pecador, tal como Leví se abandonó en las manos de tu Hijo.

AMÉN

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