Evangelio Sábado 15 de febrero

Sábado 15 de febrero de 2020 | Gonzalo Manzano

Evangelio según San Marcos, capítulo 8, 1 – 10

Sábado de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario

En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: "Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos". Los discípulos le preguntaron: "¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?". El les dijo: "¿Cuántos panes tienen ustedes?". Ellos respondieron: "Siete". Entonces él ordenó a la multitud que se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños, y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los repartieran. Comieron hasta saciarse y todavía se recogieron siete canastas con lo que había sobrado. Eran unas cuatro mil personas. Luego Jesús los despidió. En seguida subió a la barca con sus discípulos y fue a la región de Dalmanuta.

 

Meditación de Gonzalo Manzano González

“Hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer”

Jesús parece decirme: Estos tres días que ellos llevan conmigo son la antesala de la revelación de mi Pasión. Pasé con ustedes tres años, intentando que en sus corazones penetrara el mensaje de amor que les traje de mi Padre. Muchos de aquellos oyentes seguidores continuaron su peregrinación en este mundo, y otros simplemente llevaban la inercia de la novedad. Quisiera que en tu corazón entrara la bondad y la franqueza de mi mensaje de Amor por ti, que transforme tu corazón en toda su profundidad, pero eso sólo va a ocurrir si dejas que la Palabra actúe en ti.

Tantas veces he visto esta misma lectura, y tantas otras la he dejado pasar sin pena ni gloria. Pero ahora, esta compasión de Jesús es algo que nuevamente me conmueve, y me vuelve a remecer, para que primero, agradezca su bondad de prestarme su interés y fijarse en mi. Soy indigno de su atención, y así y todo, se ha dado el tiempo de mirarme. Luego, no puedo más que sentir ese calor que nace desde dentro, pero que no viene de mí, porque es Él en toda su bondad, quien me regala gratuitamente este pan que me sacia.

Señor Jesús, como dije, primero debo agradecerte por preocuparte por mí. Yo no hago nada para merecer tu atención, y aunque lo hiciera, jamás sería suficiente para merecerla. Por esa gratuita atención, te alabo y te agradezco. Y también, llamo a todos mis hermanos para que experimenten en la fe, ese calor que siendo tibio y cómodo, me abrasa y consume. Quiero compartirles este Amor que me regalas, para que, con todos, podamos disfrutarlo en tu Gloria. No dejes, Señor que aparte mi vista de este horizonte, y que las pesadeces de esta vida no me abstraigan de lo que realmente importa: seguirte a Ti. AMÉN.

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