Evangelio sábado 19 de septiembre
Sábado 19 de septiembre de 202019 de SEPTIEMBRE del 2020
Evangelio según San Lucas, capítulo 8, 4 – 15
Sábado de la Vigésima Cuarta Semana del Tiempo Ordinario
Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: "El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y estas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno". Y una vez que dijo esto, exclamó: "¡El que tenga oídos para oír, que oiga!". Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: "A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender. La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el demonio y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven. Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás. Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia.
Meditación de nuestro equipo.
"La semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada"
Jesús parece decirme: Vine al mundo para salvarlos, a todos. No quise hacer excepción con ninguno de ustedes. Pasé por el mundo entregándoles las herramientas para que alcanzaran la salvación, y sólo porque quise, porque todo estaba cumplido, di voluntariamente mi vida para salvar sus almas. Pero así y todo hay algunos de ustedes que simplemente no quieren dejarse salvar. No los voy a obligar, porque los amo, tanto que estoy dispuesto a perderlos por respetarlos en su decisión. Duele, y mucho, como los clavos de mis manos y pies, pero lo acepto porque los amo.
Estas categorías de oyentes que nos da Cristo son tan usuales, tan cotidianas, tan humanas, tan mías. Me avergüenzo de no ser tierra buena, de ser tan piedra o dejarme ahogar por las espinas. Si de verdad me diera el tiempo para cultivar mi vida espiritual, con conductas concretas que me permitan hacerlo, estaría salvando mi alma y al mismo tiempo, fomentando en mi una vida plena y feliz. Cuánta torpeza me embarga cuando veo con los ojos de este mundo las cosas que me rodean, en vez de observar desde la perspectiva de la criatura que busca ser salvada.
Señor Jesús, hoy quiero convencerme de aceptar la oportunidad que la parábola del sembrador me ofrece: de ser realmente un hombre entregado a Ti, a tu mensaje. No quiero seguir perdiéndome en las pequeñeces de este mundo, porque me siento llamado por Ti para dar mucho más. Te pido por favor que no dejes que me conforme con lo mínimo, sino que desde mi Ideal Personal, pueda darte mi máximo esfuerzo. Que no me duerma en los laureles, Señor, que Tú no te mereces nada de eso, pero yo al parecer me empecino con ser un hijo ingrato. Renuévame Señor, para participar contigo en el Reino Futuro.
AMÉN