Evangelio sábado 23 de marzo

Viernes 22 de marzo de 2019 | Gonzalo Manzano

23 de MARZO del 2019

Evangelio según San Lucas, capítulo 15, 1 – 3.11b – 32.

Sábado de la Segunda Semana del Tiempo de Cuaresma

Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

Meditación de Gonzalo Manzano González

"No merezco ser llamado hijo tuyo"

Cristo parece decirme: Darse cuenta de esto es estar arrepentido. No significa que de hecho aquel hijo pródigo no sea hijo del Padre, ni tampoco que no mereciera dejar de serlo. Significa que cuando el cambio de mentalidad lleva también un cambio en el corazón del hombre, se produce algo que no es tan común, pero sobre todo, es algo sobrenatural. El espíritu encuentra la verdad en el error, y reconoce que se equivocó. Es ahí donde Yo no puedo hacer otra cosa sino perdonar. Como soy con el Padre y el Espíritu, infinita misericordia e infinito Amor por ustedes, sólo queda actuar en consecuencia, perdonando.

Tan esquiva es esta verdad para la humanidad, que es una forma de máxima cultural o social, donde arrepentirse y pedir perdón de corazón es algo mal visto. Y por otro lado, quien perdona sólo lo hace cuando existe una suerte de autoridad sobre el perdonado, que no tiene más opción que humillarse ante quien no necesariamente tiene dicha autoridad. Nuestro egoísmo limita nuestro corazón, y nos lleva a alejarnos de la Piedad de Dios. Esta Cuaresma tiene que servirme para arrepentirme de corazón de aquellas cosas que me separan de Él, y acogerme de lleno a la misericordia de Dios.

Señor Jesús, tu ejemplo de humildad es fuerte. Yo por mi parte, tampoco soy ejemplo de pureza ni pulcritud, y a cada momento piso en falso y caigo. Lo bueno quizás es que poco a poco, en ejercicio de mi humildad, he ido fortaleciendo un corazón arrepentido, que logra reconocerse pecador y pide perdón, a sus hermanos y a Ti. Madre preciosa, gracias por recogerme del suelo, de entre los cerdos, para llevarme de la mano al banquete de tu Hijo. Soy indigno de tanto cariño, pero tú me lo regalas sin medida, a través de mi esposa e hijos, en el trabajo, en mi vida.

AMÉN

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