Evangelio viernes 10 de enero

Viernes 10 de enero de 2020 | Alejandra Castelblanco

10 de ENERO del 2020

Evangelio según San Lucas, capítulo 5, 12 - 16.

Viernes de la Segunda Semana del Tiempo de Navidad

Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante él y le rogó: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante la lepra desapareció. Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: "Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar.

Meditación de Alejandra Castelblanco de Prieto

"Señor, si quieres, puedes purificarme"

Jesús parece decirnos: yo sé que los hombres se enferman, sufren, se desaniman, tienen dolencias... pero al igual que este leproso, yo puedo sanarlos. Necesito que me lo digan, que se desahoguen, que me cuenten lo que les pasa. No tengan duda que yo me acercaré, los tomaré de la mano y los levantaré. Ustedes son libres, yo no intervendré en sus vidas si ustedes no me invitan a ser parte de ella. Por eso hoy la invitación es esa: cuéntenme como están, confíen en mí que yo he venido a estar con ustedes y a levantarlos de sus males.

Muchas veces pienso que basta con que uno se sienta mal para que Jesús lo entienda y lo solucione, pero no tomo conciencia que es necesario contárselo, narrar por pasos lo que uno siente o piensa, no por Él, sino por uno, al hacerlo ya me siento un poco más aliviada y la aflicción toma la verdadera dimensión que tiene. También es cierto, que no siempre la solución es inmediata, pero cuando uno le cuenta con confianza a Jesús lo que le pasa, espera con más tranquilidad y sabe que lo que vendrá será su voluntad.

Querido Señor: quieres tener contacto directo con nosotros, quieres que te contemos lo que nos pasa, y que te pidamos que nos cures. Quieres compartir con nosotros nuestros dolores y problemas para que aprendamos de ellos y de tu mano podamos pararnos y caminar mejor. Gracias por estar ahí presente en los problemas chicos de cada día y en las grandes dificultades que nos nublan y no nos dejan ver claro que de tu mano todo se resuelve. Que María sea mi ejemplo, ella siempre estuvo contigo y con confianza supo vivir a plenitud su vida en la tierra.

AMÉN

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