La vida con los anteojos del P. Kentenich

No sólo Chile está viviendo hoy tiempos complicados… en nuestro país, las demandas estudiantiles han derivado en expresiones de disconformidad más generalizadas, las que a pesar de que no todos comparten, debemos reconocer que son un llamado claro a reflexionar frente a ellas y a actuar. El resto del mundo también tiene algo qué decirnos. Enfrentamientos en Medio Oriente, problemas en Inglaterra, crisis económica en Europa y Estados Unidos… son tantos los acontecimientos que no podemos negar que indiscutiblemente son voces que nos están diciendo algo y frente a las cuales debemos responder.   Pero ¿qué podemos hacer desde nuestro orden de ser? ¿A qué me llama la Divina Providencia hoy? ¿Qué respuesta puedo, debo y quiero dar desde mi carisma schoenstatiano?...

| Paulina Respaldiza Paulina Respaldiza

No sólo Chile está viviendo hoy tiempos complicados… en nuestro país, las demandas estudiantiles han derivado en expresiones de disconformidad más generalizadas, las que a pesar de que no todos comparten, debemos reconocer que son un llamado claro a reflexionar frente a ellas y a actuar. El resto del mundo también tiene algo qué decirnos. Enfrentamientos en Medio Oriente, problemas en Inglaterra, crisis económica en Europa y Estados Unidos… son tantos los acontecimientos que no podemos negar que indiscutiblemente son voces que nos están diciendo algo y frente a las cuales debemos responder.

Pero ¿qué podemos hacer desde nuestro orden de ser? ¿A qué me llama la Divina Providencia hoy? ¿Qué respuesta puedo, debo y quiero dar desde mi carisma schoenstatiano?

Nuestra principal conquista como schoenstatianos es encontrarnos con el Dios de la Vida en la vida, en mi vida; y desde ahí generar cambios en mi persona, mi entorno y así sucesivamente. Forma al “hombre nuevo” para construir una nueva sociedad, un mundo orgánico donde Dios esté presente en todo acontecimiento y en mi relación con todas las personas. Por eso, debo responder desde mi ser y no sólo “desde el hacer o parecer”. Es un juego de palabras que puede parecer confuso, pero en esencia es muy concreto.

Podemos hacer muchas cosas… alegar contra las protestas, apoyar las manifestaciones asistiendo a ellas, publicar cartas en los medios de comunicación… pero si esas acciones no son orgánicas (coherentes) con nuestro modo de ser y vivir como pequeñas Marías o pequeños Cristos, sólo será “un parecer que hacemos algo”, pero que no son reflejo de nuestra mirada mariana de la vida, donde las obras son hechos y no sólo buenas intenciones.

Los quiero a invitar a analizar los acontecimientos antes expuestos y los que nos toca vivir a diario, de la mano del Padre Kentenich y a “pedirle prestado un ratito” sus anteojos para mirar la vida…

El Padre Kentenich luchó desde siempre por educarnos en la libertad, para que cada uno de nosotros conformara su historia personal y su originalidad a la luz del Dios de la vida y en solidaridad con los demás. Él siempre fue de la opinión que el “hombre más sobrenatural debe ser el más natural” y anunció siempre que los vínculos humanos son el mejor camino para llegar a vincularse con Dios.

Por eso siempre sostuvo, y fue un ejemplo vivo, de que debemos ser santos con los pies en la tierra, santos de la vida diaria: en la familia, en el trabajo, en las preocupaciones de cada día: personas que buscaran el encuentro íntimo con el Dios de la vida y fueran artífices de esa historia sagrada, la historia de cada uno. Como ayuda para todo eso nos mostró a María, la Madre de Dios. Con esa mirada, invitó a los primeros congregantes a hacer una alianza de amor con Ella, consagrándose a María en el Santuario de Schoenstatt y comprometiéndose con Ella a construir el Reino Mariano del Padre.

Frente a las decisiones que debemos tomar ante los temas y/o los desafíos que nos presentan los acontecimientos, podemos mirar al Padre Kentenich y ver como él vivió. En lo personal, su vida ha sido un ejemplo para mí; en el dolor, en la alegría, en el riesgo, fue totalmente dócil a la conducción providente de Dios Padre y absolutamente confiado en que María, su Madre y Reina, no le abandonaría jamás. ¡Cuántas situaciones difíciles le tocó vivir! Él pre-vivió muchos de los dolores que muchos de nosotros vive hoy, pero nunca dejó de ser un hijo confiado en el querer y el amor del Buen Padre Dios.

Con ese espíritu, arraigado en nuestro corazón y a poco más de un mes de terminar el año del Padre -en nuestra preparación para los 100 años de la Alianza de Amor-, podemos pedirle al Padre Kentenich que nos eduque, que nos ayude a no perder el norte… para que vea en esa situación que estoy viviendo hoy y en todas las que viviré –tanto alegres como difíciles-, el querer de Dios. Que él nos conduzca con su mano de padre bondadoso a descubrir cómo Dios me habla cada día… en mi corazón, a través de los acontecimientos y en lo que yo soy…

El Padre Kentenich nos ha enseñado – a través de tu propia historia- a guiarnos a través de la fe práctica haciéndola viva en la vida; es ahí donde Dios nos habla; sólo necesitamos detenernos para escucharlo. Qué su ejemplo, su legado y enseñanzas sean un camino seguro y cierto para encontrarme cada día con el Dios de la Vida en la vida… y así ser “santos de la vida diaria”.

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