Misericordia Dios mío, por tu bondad

Hemos conocido, y seguramente seguiremos conociendo en las semanas que vienen, noticias tremendamente dolorosas sobre abusos en contra de miembros predilectos de la Iglesia,  algunos de los más indefensos, los jóvenes. Se han violado algunos de los valores evangélicos más caros: el respeto a la vida e intimidad de la persona y su libertad, la veracidad y el pastoreo servicial al más pequeño, entre otros. La entrega de justicia ha sido demorosa en el proceso eclesiástico y tosca en el civil. Personalmente siento desilusión, tristeza y coraje, y somos muchos los que nos vemos movidos a la misericordia y un sincero anhelo por la honestidad; en estos hechos se ha dañado a las víctimas inocentes, pero también a creyentes y a muchos sacerdotes que intentan vivir con humildad, respeto y generosidad el ideal que han recibido. No hay respuesta humana suficiente para reparar tamaña destrucción. Mientras se exige justicia a los hombres, nos queda implorar al Amor de Dios tomando el verso del salmista: "Misericordia Dios mío, por tu bondad (Sal 50)". Por los que más han sufrido y que con dificultad van sanando sus heridas, por los que han tropezado tan gravemente para que se arrepientan de corazón, por los que creemos en Jesús y su Buena Noticia para que no nos cansemos de construir vínculos reparadores... Misericordia Dios mío, por tu bondad....

| P. Enrique Grez, S. Sch. P. Enrique Grez, S. Sch.

Hemos conocido, y seguramente seguiremos conociendo en las semanas que vienen, noticias tremendamente dolorosas sobre abusos en contra de miembros predilectos de la Iglesia,  algunos de los más indefensos, los jóvenes. Se han violado algunos de los valores evangélicos más caros: el respeto a la vida e intimidad de la persona y su libertad, la veracidad y el pastoreo servicial al más pequeño, entre otros. La entrega de justicia ha sido demorosa en el proceso eclesiástico y tosca en el civil. Personalmente siento desilusión, tristeza y coraje, y somos muchos los que nos vemos movidos a la misericordia y un sincero anhelo por la honestidad; en estos hechos se ha dañado a las víctimas inocentes, pero también a creyentes y a muchos sacerdotes que intentan vivir con humildad, respeto y generosidad el ideal que han recibido.

No hay respuesta humana suficiente para reparar tamaña destrucción. Mientras se exige justicia a los hombres, nos queda implorar al Amor de Dios tomando el verso del salmista: "Misericordia Dios mío, por tu bondad (Sal 50)". Por los que más han sufrido y que con dificultad van sanando sus heridas, por los que han tropezado tan gravemente para que se arrepientan de corazón, por los que creemos en Jesús y su Buena Noticia para que no nos cansemos de construir vínculos reparadores... Misericordia Dios mío, por tu bondad.

Este salmo es uno de los predilectos del tiempo cuaresmal, porque invita al perdón y a la expiación, un esfuerzo por la purificación a través de hechos y oración. Cuando es profanada una capilla o santuario se invita a regalar oraciones y actos extraordinarios de benevolencia para mostrar el brillo del Amor de Dios presente en nuestro mundo. En estos casos de hoy no podría ser distinto porque el santuario que es cada persona, y que hoy hemos visto mancillado, manifiesta esa presencia del Señor y queremos destacarlo con compañía penitente y solidaria. En el tiempo de Cuaresma, signado por el camino de Jesús a la cruz, tenemos una oportunidad de expiación y  purificación.

El Papa Benedicto XVI, que con valentía ha mostrado su compromiso con las víctimas, invita a renovarnos en el Bautismo, en el cual hemos sido lavados de nuestras culpas por la incorporación a la muerte y resurrección de Jesús. Bueno sería que la Cuaresma se transforme en una peregrinación sincera hacia la reconquista de esos bienes del Evangelio que hoy más nos desafían.

¿Podemos esperar un camino así para nuestra Iglesia herida? Me gustaría pensar que la Vigilia Pascual de este año será profundamente bendecida porque llegamos a ella cargados de humildad y pequeñez, de una cierta muerte que nos permite gozar de las gracias de la resurrección de Jesús Buen Pastor con un resplandor renovado. Hagamos el camino de Jesús, de solidaridad con el herido y el débil, de coherencia con su mensaje de Amor que lo llevó a la muerte. Este camino continúa hasta el gozo de la vida nueva, aquella que esperamos para nuestra Iglesia.

P. Enrique Grez, S. Sch.

Cuaresma 2011

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