Pasos como campanas: Resonancias de Mario Hiriart (parte 3)

En este tercer capítulo de las resonancias que llegan hasta hoy, de la vida de Mario Hiriart, Amelia Peirone nos habla de la importancia de no detenerse y, aun con esforzado empeño, tener que seguir adelante.

Miércoles 12 de octubre de 2016 | Amelia Peirone

La vida, una bicicleta

De su madre heredó el amor por la música, y las bellas cualidades de perseverancia y paciencia. De su padre, la generosidad y amabilidad. Albert era paciente y metódico, y no le gustaba exhibirse. Eso sí, la rigidez y disciplina del Gymnasium donde estudiaba hicieron que el estudiante de 15 años abundara en conflictos con los profesores. Un profesor nuevo, un día, le espetó al joven Albert Einstein que siendo como era «nunca conseguiría nada en la vida». El científico, que atesoró también sabiduría, llegó a otra conclusión:

"La vida es como una bicicleta. Para mantener el equilibrio tienes que seguir adelante".
El biciclo, además de ser un medio de movilidad cada vez más difundido y elegido por sus beneficios, continúa siendo una iluminadora metáfora usada en todos los niveles de reflexiones vitales, de las personas y de las sociedades.

Un otro joven sabía mucho sobre eso de no detenerse y, aun con esforzado empeño, de tener que seguir adelante. El ingeniero Mario Hiriart conversaría con Einstein sobre el tema de los tiempos aptos, en relación a la mentada bicicleta. Sabía que una bici entra en los sueños de la generalidad de los niños, tanto como una vida bien vivida está en los anhelos de la generalidad de las personas adultas. Pensaba él que los cuidados que pone "un amor benevolente y protector, a veces no lo reconocemos como regalos; como cuando el papá y la mamá niegan a su hijo pequeño una bicicleta, pues se dan cuenta de que sería peligroso para él: pero el niño no se da cuenta por entonces de que eso es un regalo, sólo años más tarde..."

Igualito que lo que nos pasa con Dios y nuestra buena Madre "que sabe mejor que nosotros lo que nos conviene". Así es que lo mejor es apostar a la confianza de hijo. Y para poder hacer buen uso de esa bicicleta vital, le cuenta todo a Ella, en sus detalles: "Madrecita, otra vez estaba al límite de mis fuerzas naturales, y, sin embargo, hay que seguir adelante...", y más específicamente: "Mi Reina ¿para qué repetirte lo que me has hecho sufrir? Todos los días te lo cuento, y nunca siento que disminuya mi dolor. No te pido que me lo quites: y si te place, auméntalo, pero por favor ayúdame a sobrellevarlo sin angustia sino con alegría".

"¿Cómo?", se pregunta él mismo. Y conoce la más expedita ciclovía filial: "Sólo con la fuerza de la gracia..." que tú misma me alcanzarás. "Dame fuerzas para seguir adelante, cueste lo que cueste" y pedalearé sin detenerme hasta la meta de la santidad.

 

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