Reflexiones sobre el bicentenario de Argentina

Este año Argentina celebra 200 años de Independencia, y el padre Juan José Riba nos invita a reflexionar sobre lo que eso significa, y en especial lo que podemos aportar como schoenstattianos al futuro del país.

Sábado 25 de junio de 2016 | P. Juan José Riba

John Fitzgerald Kennedy, el primer presidente católico de los Estados Unidos, dijo una vez a sus compatriotas americanos: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, antes bien, pregúntate que puedes hacer tú por él”.

Pienso que este año, cuando celebramos 200 años como nación libre y soberana, debemos hacernos esta pregunta como personas y como Movimiento de Schoenstatt.

El gran teólogo español González de Cardedal advierte: “Un pueblo que no tiene actualizada toda su memoria histórica, y no remeje permanentemente su interior bodega, termina por ignorarse a sí mismo, perder el tino de su futuro y la confianza en su presente. El famoso Rabbí Israel Baal Shem-Tov decía: «El olvido conduce al destierro, la remembranza al secreto de la Redención»1

Intentemos ofrecer una remembranza de nuestra historia partiendo de lo que nuestros obispos en el último documento denominaron:

El acta fundante de nuestra argentinidad

En marzo de 1816 llegaban a San Miguel de Tucumán, una pequeña y bella ciudad del interior de nuestro país, representantes de los pueblos de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Eran 33 personas entre los cuales había 18 abogados, 11 sacerdotes y 4 militares. El 24 de marzo “después de asistir a la Misa del Espíritu Santo, que se cantó para implorar sus divinas luces y auxilios, juraron conservar y defender la Religión Católica, Apostólica y Romana”2 se iniciaron las sesiones. Una casa de familia, preparada apresuradamente,  se transformó en cuna de una nueva nación a decir de nuestros obispos (cfr Bic nro 10). El 9 de julio de 1816, luego de largas deliberaciones, firmaron la declaración de la independencia de España y empezó el largo camino para llegar a ser un país soberano.

¿Qué escribieron como clara expresión de su firme voluntad? Leemos: “Nos, los representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópolis”.

Quisiera destacar tres momentos “de este hecho histórico que nos dio origen como nación” (Bic nro 1).

El primero es el carácter federal de nuestro país expresado a través del término “Provincias unidas”. Argentina es, en su raíz sociológica, una “Federación de Provincias”. Es como una familia de hermanos donde ninguno está por encima del otro, cada cual debe ser respetado en su identidad, apoyado para que pueda crecer y orientado a hacerlo de manera mancomunada. Si bien Buenos Aires promueve en 1810 el primer paso hacia la independencia, lo hace sintiéndose la “hermana mayor”.

En segundo lugar se menciona a Dios en la expresión del “Eterno”. Estos hombres católicos bautizados, cada uno a su manera, creían en el Señor y ponían bajo su protección la nación que estaba naciendo. Creo que sería bueno recordar que el alma de nuestro pueblo se constituye en la colonia, como lo mencionan nuestros obispos: “América, integrada políticamente a España, no fue una mera repetición cultural, ni de España ni de las culturas precolombinas. Nació y se formó un nuevo pueblo” (Bic nro 4). La constitución política e institucional de la Argentina se inicia con la Declaración de la Independencia y se continúa con la Constitución de 1853.

En tercer lugar declaraban solemnemente que querían ser una nación libre de todo poder extranjero, autodeterminada y abierta al mundo.

Los obispos, comentando este suceso histórico que no fue improvisado ni falto de ideales, sostienen: “la familia argentina agradece…la providencial Declaración de la Independencia de 1816. Y al abrir las célebres páginas de nuestros orígenes como Nación, descubrimos que fueron escritas con los más nobles y generosos sentimientos… (que) nos permiten imaginar un futuro libre e independiente de cualquier esclavitud…” (Bic nro 46).

De estos 200 años de nuestro país como nación soberana ¿qué podríamos rescatar?:

  1. La lucha por una democracia representativa, republicana y federal, que debió abrirse paso ya desde 1816 -con la alternativa de una monarquía constitucional incaica o incluso de origen europeo como la inglesa-  y que fue muchas veces conculcada a lo largo de nuestra historia y permaneció siempre como norte de nuestro ordenamiento político y social. Nuestros obispos lo subrayan con énfasis: “…creemos que la democracia es el sistema político más coherente con la dignidad de la persona humana y se sustenta en la realidad de ser pueblo” (Bic nro 4).
  2. La grieta entre argentinos, que se manifiesta ya en los desencuentros entre unitarios y federales, radicales y conservadores, peronistas y antiperonistas, tiene el peligro de renacer cuando se deja a la mitad del país de lado. La superación de ella nos queda siempre como encargo permanente en nuestro país. El Papa Francisco nos orienta en esta tarea al afirmar: “El todo es más que la parte y también es más que la mera suma de ellas… siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos” 3
  3. Hemos sido liberados de guerras religiosas (pensemos en Israel, o en Alemania entre católicos y protestantes o en la India) y étnicas (como en tantas naciones de África), perolas tensiones sociales entre provincias pobres y ricas, ciudades fuertes y débiles, barrios pudientes y periféricos, siempre estuvieron a la orden del día y son fuente de muchos conflictos.
  4. Las personalidades fuertes siempre han jugado un rol en nuestra sociedad: hombres como San Martín, Belgrano, Rosas, Urquiza, Sarmiento, Roca, Yrigoyen, Perón, Alfonsín y en el siglo xx, partiendo de Evita, se sumaron las grandes mujeres. Esto entraña una cierta tendencia al personalismo con dos vertientes peligrosas. La primera nos adormece y nos rebaja a ser más habitantes que ciudadanos de un país esperando todo de un padre o una madre nutricia, y la segunda implica el sufrimiento de la república, ya que un gobierno apoyado en un único líder tiende a inmortalizarse en el poder.
  5. Hemos sido un país abierto a todos: los inmigrantes siempre han llegado a nuestras tierras y, si pensamos en los últimos decenios, han hallado un hogar entre nosotros, hayan sido europeos, asiáticos o de países latinoamericanos. ¡Cuántos abuelos y tatarabuelos nuestros llegaron a esta tierra buscando una nueva esperanza para ellos y sus familias!

 

¿Qué podemos aportar como schoenstattianos al Bicentenario?

En 1978 la Familia argentina de Schoenstatt formuló la misión nacional con esta expresión: “Con María, Familia del Padre”. Pienso que hay que agregarle una impronta actual de tarea que podríamos identificar así: sigamos edificando juntos la República, la casa de todos.

¿Qué materiales podemos aportar como schoenstattianos a la edificación de esta casa común? Pienso que los siguientes:

1- Cultivar una cultura del encuentro y de la Alianza. La “grieta” sólo se supera con personas que no se levantan con prontitud de la mesa de diálogo: saben escuchar y descubrir la verdad que hay en su interlocutor, tienen amplitud de mente para aceptarla como complementación y están dispuesto a dar pasos juntos en una tarea común. Como decíamos en 1999 “debemos trabajar por una Patria con rostro de familia” (Proclama de la misión nacional nro 2).

2- Ayudar a que nuestro catolicismo sea más universal, abierto a todos, inspirado en el Vaticano II y en los documentos eclesiales latinoamericanos y argentinos postconciliares. Es muy sugerente recordar la famosa foto donde tres argentinos se abrazaban frente al muro de los lamentos en Jerusalén como símbolo del encuentro entre las tres grandes religiones monoteístas de la tierra: el Papa Francisco, el rabino Abraham Skorka y el imán Ombar Abboud.

3- Ofrecer una espiritualidad fuerte y cotidiana inspirada y vivificada por la Alianza de Amor entre Dios y el hombre en la cercanía de María. Con Jesús, Señor de la historia, queremos construir juntos la casa común. Nuestros santuarios de Schoenstatt que “pueblan la geografía de nuestra patria” (Proclama, nro 1) son la fuente perenne de gracia y garantía de ella.

4- Cuidar de nuestra democracia siempre frágil, la cual debe avanzar hacia una República fuerte “basada siempre en la soberanía popular y en la división de poderes” (Bic nro 18). Recordemos que para que esta “sea efectiva y real, debe darse no sólo a nivel político, sino también social y económico” (Bic nro 16). Además es esencial “recrear la política y el ejercicio del poder en clave de servicio… (ya que) el poder siempre es servicio, de lo contrario, se corrompe” (Bic nro 18). Esta empieza en la familia, se prolonga hacia el barrio y, para aquellos schoenstattianos que sienten una verdadera vocación política de servicio público, se extiende hacia el municipio, la provincia y la nación.

5- Seguir creando instituciones como ONG, hospitales, empresas más humanas y eficientes, etc., que garanticen una acción a largo plazo al servicio de nuestro país.

6- Abrir y ofrecer aún más nuestra rica tradición pedagógica que ha encontrado hasta ahora dos formas de plasmaciónPor un lado, la tarea educativa al servicio de las familias, los jóvenes, ancianos y niños en el Movimiento. Por otro, los colegios e instituciones educativas a nuestro cargo. Nos falta el desafío de una universidad. Así daremos una respuesta al gran reto expresado por nuestros obispos: “La educación es el gran desafío que todos tenemos delante como Nación” (Bic nro 68).

Se cuenta de la primera filmación que se hizo en la Argentina en 1917, “Eugenio Py, empleado de la casa Lepage, caminó una cuadra buscando un objeto que tuviera movimiento y que expresara a la Argentina… halló la Bandera Argentina, en el mástil de la Plaza de Mayo, y la registró en unos metros de celuloide.” 4 Que la bandera que nos recuerda tanto nuestra tierra, nuestra gente y nuestro suelo, con cuyos “colores de la Patria independiente”  (Bic nro 83) está vestida Nuestra Señora de Luján, nos guíe en los próximos 200 años que pronto comenzaremos.

 

1Olegario González de Cardedal, España por pensar, edit Salamanca 1985, pág.56.

2 “Bicentenario de la Independencia: tiempo para el encuentro fraterno de los argentinos”, nro. 6

3 Evangelii gaudium, nro. 235

 Claudio España y Ricardo Manelli: eran biógrafos y pasaban vistas; fueron cines y dieron películas, en: el diario íntimo de un país, La Nación, pág 276

 Fuente: Schoenstatt Argentina

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