Ruth Suárez y la Novena que escribió para superar el dolor

Tras la repentina pérdida de su hijo, se van fraguando en el corazón de Ruth Suárez profundas meditaciones, que después de muchos años llegaron a restaurar la vida y sanar el corazón de ella y su marido, dejando impreso en ellos la certeza total de la Fe en una vida futura y plena. Además de ello, lo que a continuación leerán, es el resultado de haber permanecido totalmente cobijados en DIOS y que dio como fruto esta novena que es un testimonio fiel de que solo la Misericordia del Padre y la maternidad amorosa de la madre de JESÚS, la Santísima Virgen María, pueden lograr.

Domingo 3 de diciembre de 2017 | Ruth Suárez

En el año 1996 Claudio Bagnoli Suárez, joven nacido en Santa Cruz de la Sierra - Bolivia, estudiante de medicina en la ciudad de Guadalajara-México, sufrió un repentino accidente automovilístico; después de permanecer durante nueve días en estado de coma, perdió la vida. Ello fue, naturalmente, origen de un dolor devastador, de oscuridad y desierto interior, que dio como resultado un absoluto desvalimiento y fragilidad en sus jóvenes padres, Enzo y Ruth Bagnoli. Experiencia por cierto, que es y será siempre motivo de desgarrador dolor, para todos los padres que, así como ellos, viven una situación irremediable como ésta, que es además, absolutamente imposible de describir. De allí parten y se van fraguando en el corazón de Ruth, estas profundas meditaciones, que después de muchos años llegaron a restaurar la vida y sanar el corazón de este matrimonio, dejando impreso en ellos la certeza total de la Fe en una vida futura y plena. Además de ello, lo que a continuación leerán, es el resultado de haber permanecido totalmente cobijados en DIOS y que dio como fruto esta novena que es un testimonio fiel de que solo la Misericordia del Padre y la maternidad amorosa de la madre de JESÚS, la Santísima Virgen María, pueden lograr. María; “La Madre’’ a quien nuestro Salvador quiso donarnos como madre, en el momento culmen de su vida. Allí, al pie de la Cruz. Mujer de entrega y de obediencia, mujer de dolores y aceptación, pero por sobre todo mujer de Victoria. Ella, a partir de aquel momento, sería quien nos señalaría la ruta más rápida y segura para poder seguir las huellas de Cristo, nuestro Salvador. Para que en el futuro, podamos llegar al encuentro con DIOS nuestros Padre, y en nuestro caso además, al reencuentro con nuestros amadísimos hijos.

 

INTRODUCCIÓN

Queridos padres: escribo por ustedes y para ustedes. Sé que deben estar destrozados de dolor interiormente. En esa interminable lucha de preguntas sin respuestas, retrocediendo en su historia personal y familiar. Sintiéndose tal vez hasta culpables, por lo que viven ahora, sumergidos en esa horrible oscuridad en la que hoy se encuentran, buscando sin sosiego un pequeño haz de luz que ilumine su noche y les devuelva aunque sea algo de esperanza. Porque de pronto, se ha transformado todo en una ho- rrible y eterna pesadilla de la cual quisieran despertar y no es posible. Esta es ahora su nueva realidad. Realidad que se niegan a aceptar. Yo también pasé por ese valle oscuro que se hace interminable y sé muy bien lo que sienten. Es por ello que quisiera ayudarles, si ustedes me lo permiten, a través de estas breves meditaciones, nacidas en el silencio de un dolor como el vuestro que desgarra las entrañas. No están solos viviendo la que consideran su derrota, somos muchos los que en algún momento hemos probado de ese cáliz y que de no ser así, no habríamos conocido el cami- no que conduce a la victoria. Es necesario entonces queridos padres, que ustedes conozcan quien me tomó de la mano y me fue enseñando poco a poco y lentamente cómo hacer para continuar mi caminata cuesta arriba; que debía indefectiblemente proseguir y que yo me resistía a avanzar. Porque mi corazón desfallecía de dolor y mi vida se apagaba irremediablemente día a día. Fue María, quien me tomó en sus brazos maternales sin yo apenas percibirlo y con la paciencia de una madre, esperó pacien- temente el momento para hablarme al corazón y mostrarme también Ella su dolor. Qué dolor desgarrador, mucho mayor comparado con el mío, qué injusticia total y qué crueldad la que vivieron injustamente y sin culpas mi Salvador y Su madre María. “Tu madre mía, pura y sin mancha y aun así bebiste de ese cáliz en silencio y con tu presencia cercana sostuviste con tu mirada amorosa a aquel que sin culpa y por amor, se entregó y pagó por mis pecados. Fue a tu hijo Señora a quien acompañaste paso a paso en su calvario; calvario que fue tuyo también. Contemplaste la crueldad y la injusticia que vivió tu amado hijo siendo ultrajado, maltratado, burlado y humillado”. Enmudecí entonces y agachando la cabeza quedé en silencio total, sin atreverme siquiera a levantar la mirada y cuestionar. A partir de aquel momento, se repetían en mi mente una y otra vez tu historia madre mía comparada con la mía y yo callaba y agachaba la cabeza, una y otra vez, meditando en silencio en Tus dolores y los míos. En tu pureza y en mis pecados.

 

REENCUENTRO INICIO

Has tomado en tus manos este pequeño libro que leerás lentamente du- rante nueve días, al cual le llamaremos Reencuentro. Son meditaciones inspiradas por Dios para ti que te encuentras necesitado de alivio y de respuestas que den sosiego y paz a tu alma y algo de luz a tus días. Junto a Jesús y María bajo la mirada del Padre y llena de la fuerza del Espíritu Santo irás descubriendo cada día de la novena, lo que Dios poco a poco quiere revelarte y para ello solo tienes que ser fiel a tu lectura diaria. De ello, definitivamente dependerá el que vayas descubriendo con el corazón y conociendo con los ojos del alma, aquel maravilloso lugar en el que se encuentra hoy tu amadísimo/a hijo/a. Te irás dando cuenta poco a poco que en adelante, no estarás jamás separado/a de aquel ser maravilloso que hizo parte de quienes peregrinan contigo en esta vida terrena y que fue llevado antes que tú hacia la meta final; nuestro hogar definitivo en la casa del Padre. Allí estará; él/ella esperando por ti. Seguramente, con la certeza total de que ustedes como padres jamás le fallarán. La vida Eterna es allí, lo demás se esfumará. Vive esta vida terrena proyectándola hacia lo alto y así sentirás el alivio de saber que se reencontrarán y estarán juntos para siempre.

 

 

(AL INICIAR LA NOVENA, REZAR EL CREDO)

ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA

Dame fuerzas Señor para continuar mi caminata, se me hace cuesta arri- ba y me falta el aliento si tú no estás conmigo. Tu Madre, que es mi Madre me sostiene. Quiero escuchar en silencio lo que Ella tiene que decirme. Quiero ser hija fiel madre querida, pero mi alma desfallece en agonía. Ayúdame madre mía, Tú sabes bien lo que se siente y solo Tú puedes decirme como haré yo para continuar mi caminata hacia la meta, donde está esperando por mí el ser de mis entrañas y junto contigo tu querido hijo Jesucristo. Amén

 

ORACIÓN FINAL PARA CADA DÍA

Abro mis labios y clamo a ti mi Dios en mi desvalimiento, ayúdame Señor pues no resisto este tormento, se fue mi vida con él/ella y mi alma gime de dolor sin esperanza. Un día más Señor solo te pido, para que al despertar mañana te suplique nuevamente, me regales otro día, para que poco a poco vayas restaurando Señor mío lo que queda de mí. Y si me detuviera en el camino de la lucha, retoma tú por mí amado mío y llévame en tus brazos a tus pies te lo suplico por Jesucristo tu hijo y nuestro Señor. Amén

 

PEQUEÑA CONSAGRACIÓN 

¡Oh, Señora mía!

¡Oh, Madre mía! Yo me ofrezco

Todo a tí, y en prueba de mi filial afecto

Te consagro en este día mis ojos, mis oídos,

mi lengua, mi corazón, en una palabra todo mi ser.

Ya que soy todo tuyo  oh! Madre de bondad, guárdame, defiéndeme y

utilízame como instrumento y posesión tuya. Amén

PRIMER DÍA

“DIOS LLAMA A TU PUERTA”

Apc. 3,20

Se ha detenido tu caminata bruscamente querido/a hijo/a. De pronto te encuentras con una realidad de la cual quisieras escapar pero no puedes, porque la tragedia, el dolor y la desesperanza han tocado a tu puerta. Jamás hubieras imaginado que un día experimentarías lo que hoy estás viviendo ¿No es así? ¿Dónde correr? si no a mis brazos hijo/a mío/a, solo yo puedo sostenerte ahora, como lo hice en tantas otras situaciones en las cuales tal vez no habías percibido mi presencia. Debes saber ama- do/a hijo/a, que hoy también estoy a tu lado. Acurrúcate en mis brazos y deja que recoja tus lágrimas. Deja que sostenga tu corazón desgarrado de dolor entres mis manos y te susurre al oído que no estás solo/a, Yo estoy contigo ( Is. 41,10 ). Sé muy bien cuanto sufres y todo lo que sientes. Sé también que aunque te resistas, te cuestiones y cuestiones muchas cosas, o me cuestiones y hasta tal vez me culpes, ya nada puedes cambiar. Pero Yo soy tu Padre y debo decirte que también mi rostro está impreso en tu dolor y que lo sufro contigo. No digas nada ahora, solo calla, llora si quie- res, deja que tus lágrimas limpien tu alma destrozada, vacía tu corazón de tanta confusión, frustración, impotencia y dolor. Solo descansa y calla, no preguntes ahora. No te culpes, no culpes a nadie, ni me culpes. Deja ya de luchar contra el dolor, solo descansa, recuesta tu cabeza en mi regazo y calla.

 

Oración: Abro la puerta de mi corazón a Ti, pero pudiste evitar todo y no lo hiciste Dios, no entiendo ni entenderé jamás y no acepto este dolor. Lo siento no tengo nada que decirte. Amén.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración

 

 

SEGUNDO DÍA

“NO ESCUCHO TU VOZ”

Is. 55,3

Mis oídos se cierran, no escucho Tu voz, solo mi agonía resuena en mi mente, no cabe el silencio en este barullo de angustia interior, de pregun- tas sin respuesta y de culpas y culpables. ¿Acaso es un sueño lo que estoy viviendo? Hijo mío, ¿Acaso es posible “Cerrar los oídos a la voz de Dios”? (Is. 55,3) Mi rostro, mi todo, tiene miles de facetas que resuenan en el universo, ellas son la esencia del amor más puro que quiero entregarte y estoy aquí porque te amo. Sé que estás muy frágil y te sientes angustiado, derrotado, desvalido. Sé también de esa terrible oscuridad que ha invadi- do tu vida y que te resistes aceptar convivir con ella. Lo sé todo. ¿Pero sabes hijo mío? son ya muchos los que han transitado por este valle de oscuridad y de dolor. Entre ellas y en mi tiempo “Mi Madre”. Así como en aquel tiempo estuve con Ella y la sostuve y la acompañé en su dolor, así estoy aquí a tu lado; muy cercano a ti en el dolor que hoy vives y sufro contigo el desprendimiento y la separación de tu ser amado que ya no está más. Calla ahora, no digas nada, Yo te regalaré nueva luz que iluminará el sendero por donde continuarás tu tránsito por esta vida acompañado/a de aquel maravilloso ser que te entregué como hijo por un tiempo. Él ha sido el instrumento con el cual llamé a tu puerta.

 

Oración: Si escucho tu voz, será solo para preguntarte, ¿Qué pasó Señor?

¿Dónde estabas Tú cuando sucedió? Amén. Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración

 

 

TERCER DÍA

“EN SILENCIO ESCUCHO”

Is. 50,4

En esta oscuridad y silencio, solo el dolor y la impotencia están presentes e invade todos mis sentidos, respuestas no hay y no quiero escucharlas. Lastiman las dudas, ¿Qué pasó conmigo? ¿En qué fallé yo? Las culpas parecen recorrer todos mis sentidos. Miro mi vida pasada y veo las cum- bres alcanzadas, los valles recorridos, tantas caminatas y tanta fatiga, de que valió todo si hoy estoy aquí exhausto de tanto dolor y derrotado. La muerte no es derrota sino victoria hijo/a mío/a. Aparentemente y para los hombres puede parecerlo pero no es así. Sé que vives y sientes como ellos porque eres humano/a, pero el tiempo en la tierra es muy breve aun- que no lo parezca. ¿Acaso mi muerte no fue redentora? Yo vine a la tierra una vez hace poco más de 2000 años y con mi muerte pagué por el res- cate de todos. Pero déjame decirte hijo mío, que son estos jóvenes; entre ellos tu hijo/a, quienes se unen a Mí con su partida; son mis instrumentos, que sin saberlo, donan su vida y así se convierten en motivo de fuerte re- flexión de vida que servirá para rescatar a muchos y en primer lugar a Uds. sus padres del encandilamiento y de las atracciones que ofrece esta vida que es muy fugaz. Ellos me ayudan y aunque ahora te resistas aceptarlo amado hijo/a, poco apoco, después entenderás que esa es tu victoria. Porque todo pasa y solo Yo y Mi amor permanecen.

 

Oración: Miro hacia lo alto y no te encuentro Dios. Jamás entenderé por- que debo yo sufrir este tormento. Socórreme Señor, te lo suplico. Amén.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración

  


 

CUARTO DÍA

“POR QUÉ A MÍ SEÑOR”

Sal. 13,3  -  Sal. 22,3

 

Día y noche me pregunto ¿Por qué a mí Señor? ¿Por qué mi hijo/a si hay tantos otros que descansarían si partieran? Tanta miseria en las calles. Jó- venes destruidos por los vicios; ancianos sufrientes y olvidados; enfermos en los hospitales que necesitan descansar de sus tormentos. No entende- ré jamás por qué debería ser yo, ¿Por qué a mi hijo/a, por qué a mí Señor? Hijo querido, justamente por ello esas partidas pasan casi desapercibidas y no logran su objetivo, que es el recordarnos nuestro paso temporal por la vida terrena. Pero ello también tiene un propósito que entenderás un día. Sin embargo, algo grande encierra la partida de tu amado/a hijo/a. Era necesario que así fuera, como necesario es que te unas a Mi Madre. Ella permaneció de pie a pesar de su tormento y en silencio aceptó y esperó ver la gloria que alcanzó la partida de su amado hijo Jesucristo, nuestro Salvador. Hombre perfecto sin culpa ni pecado, que se donó por amor    a nosotros y con su cruento sacrificio nos otorgó el regalo de nuestra redención. A ti te digo entonces amado hijo/a, que eres privilegiado/a. Si, privilegiado/a de que la mirada de Dios se posara en aquel bello ser salido de tus entrañas y que con su partida será motivo para que algunos o tal vez muchos recompongan su vida y vuelvan a Dios. Así pues, la partida de tu hijo/a tampoco habrá sido en vano. Se tú entonces el/la primero/a en mirar detenidamente en tu interior y reencontrarte contigo mismo, para luego poder reencontrarte conmigo que soy tu Dios. Así en el día final, te aseguro, te reencontrará con tu amadísimo/a hijo/a.

 

Oración: ¿Crees Señor que estoy dispuesto/a a entender y aceptar lo que tratas de decirme? Jamás lo entenderé. Pero por favor te ruego, no me abandones ahora Dios mío. Amén

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración

 

 

QUINTO DÍA

 

“QUIERO GRITAR Y MI VOZ SE AHOGA EN SILENCIO”

Sal. 39,3

 

Me pides mucho Dios y pareciera que no sabes y no entiendes lo que siento. Quiero gritar y mi voz se ahoga en el silencio. Son días y noches tratando de escucharte y entender, aun en contra mío y no lo logro, me niego a aceptarlo. Basta ya, déjame solo en mi agonía y no me pidas aceptar lo inaceptable. Entiendo lo que sientes amado hijo, calla no digas nada por ahora, solo trata de percibir mi cercanía, estoy aquí muy junto  a ti. Tengo tu corazón destrozado entre mis manos para reconstruirlo con sus mismos retazos malogrados, sangrantes y dolientes. Yo restauraré tu vida por completo si tú dejas que lo haga. ¿Sabías que no a todos les es dada la misión de cooperar conmigo en mi obra redentora, con este dolor desgarrador? Sé que la tarea es muy dura y demasiado pesada. Pero, estoy Yo aquí que soy tu Padre y llevaré contigo y por ti el peso de tu cruz (Mat.11, 28-30). Nada ya puedes hacer para cambiar tu nueva realidad, pero sí, puedes donar tu dolor y sufrimiento. Ellos son precioso y fecundo abono aquí en la tierra y un tesoro para ti y los tuyos en la eternidad. Descansa ahora hijo querido, no pienses más, recuesta tu cabeza en mi regazo y deja que acaricie tu alma herida que restauraré poco a poco y día a día con mi amor.

 

Oración: Quisiera poder sentir y hacer lo que me pides Señor, pero me niego a ello. Me pides mucho, perdóname, pero por favor no me abando- nes te suplico. Amén.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración.

 

SEXTO DÍA

“TU SILENCIO ES MI DELICIA”

Lc. 2,19

El mundo sigue su marcha, nada cambió y sin embargo para mí la vida se detuvo en mi historia y mi dolor. Muchas voces externas que dicen mucho y no me dicen nada, se repiten, tratando de llevar consuelo a mi alma destrozada y resuenan en mi mente como ecos de amor y compasión que luego se desvanecen. Los que estaban se han marchado y los míos callan, solo cruzan miradas de dolor e incertidumbre. No hay más nada que decir, solo silencio. Tu silencio es mi delicia amado hijo/a, ¿Sabes  por qué? Porque solo en Él percibirás mi voz e irás entendiendo muchas cosas. Este tiempo será solo tuyo y mío. Habla conmigo de corazón a co- razón y deja que tu alma aliviane su dolor, di lo que quieras hijo/a mío que Yo mitigaré tu dolor. ¿Sabías que Mi Madre es la mujer del Silencio? Hoy es necesario que te hable algo de Ella. Cuando debía Yo venir al mundo y sucedió “La Anunciación” ¿Lo recuerdas? Ella, aun siendo muy jovencita aceptó y esperó confiada en silencio, que se cumpliera lo anunciado. Así fue, y sin embargo, Yo crecía sin dar ningún vestigio de ser el hijo de Dios, como un día le fue dicho por el Ángel y Ella en silencio esperaba. De pron- to un día en el Templo, ¿Lo recuerdas? ( Lc. 2, 49 ) Yo tenía tan solo doce años, allí mostré un signo de Mi Divinidad; ante el asombro total de los maestros de la ley. Pero Ella una vez más en silencio escuchó mi respues- ta “¿No sabías que debo ocuparme de las cosas de Mi Padre? y calló. A los treinta años, revelación total de Mi grandeza y Divinidad en “Las Bodas de Caná”. Pero a ello le sucedería, tres años de desconcierto maternal y dolor por la incomprensión, la injusticia, calumnia, ultraje, humillación total, la brutalidad del Calvario y Mi cruenta muerte en Cruz. ¿Alguna vez has pensado detenidamente y en verdad en ello hijo mío? Es necesario que lo hagas ahora. Seguramente pensarás ¿Qué fin tiene que lo haga? ¿No es verdad? Solo hazlo, en silencio.

 

Oración: Estoy cansado y me pides mucho Señor, ¿Qué fin tendría hacerlo ahora? Hazlo tú por mí y déjame escuchar cuando lo hagas te lo pido. Amén.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración.

SÉPTIMO DÍA

“FRUTO MADURO”

Jn. 12,24

Trato de entender lo que Tú dices Señor, pero es inútil. Finalmente, creo que esa era la misión de Jesús. Pero mi hijo/a no. Tenía muchos proyec- tos e ilusiones, una vida por delante y ahora todo se desvaneció, todo acabó. ¿Qué sabes tú hijo querido, de lo que es bueno y mejor para el fruto maduro que Yo he decido rescatar, para evitar que caiga en tierra y se malogre? Tú solo entiendes de las cosas temporales. La vida humana es solo temporal. Sin embargo, Yo quiero para ti y muchos otros más, algo mayor, que permanecerá para siempre. Tu hijo/a era ya fruto ma- duro, (Sab. 4,13) abonado por Mí, también con un propósito grande, que no puedes entender ahora, pero que dependerá de ti ir descubriéndolo. Todos han sido enviados al mundo con una misión y así como “Cristo, Mi Hijo amado”. También cada uno debe ocuparse de Mis cosas mientras permanezcan en la vida temporal; a ello han sido llamados. Vuestro/a hi- jo/a se adelantó, porque fue elegido/a por Mí para trabajar por El Reino   y cooperar con Jesús. Él/ella, es en este tiempo, instrumento que con su partida se convierte en valiosa semilla que dará fruto abundante, cuando cae en tierra fértil. Aquella tierra, en primer lugar eres tú, amadísimo hijo/a, que con tu dolor ofrecido, tu silencio y aceptación ya eres tierra fértil, que deberás si, de todas maneras, seguir abonando en adelante, para que la partida de tu amado/a hijo/a no sea en vano.

 

Oración: No sé si seré capaz de resistirlo y de aceptarlo mi Dios, es mucho lo que me pides y no creo estar listo para ello. Pero por favor, perdóname y ayúdame Señor. Amén. Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración. 

 

OCTAVO DÍA

“MUJER AHÍ TIENES A TU HIJO” “HIJO AHI TIENES A TU MADRE”

Jn. 19,26-27

¿Cómo hacer para abonar una tierra que ni siquiera conozco totalmente? He estado ocupado siempre en otras cosas que fueron parte de mi vida y de mi historia. No sabría cómo hacerlo y mucho más ahora que me siento derrotado y no creo tener fuerzas. Es justamente ahora que inicias tu ca- mino y tu trabajo hijo mío. Tu Hijo/a, está ya en lugar seguro y estará feliz de estar unido a ti y que cooperes con él/ella, en el trabajo para lo cual fue llamado/a. Yo te daré fuerza y aprenderás, si te dejas conducir por quien sabe de ello, “María la Madre”. Justamente de Ella hablaremos hoy. ¿Re- cuerdas la Crucifixión de Mi hijo Jesús? Cuando Él partió, conocía bien de la debilidad y la falta de fuerza, para hacer frente a lo que en la tierra se ofrece para entretener y desviar del camino y la misión que Yo he dado cada uno de mis hijos. Al final de su vida terrena Jesús no quiso partir, sin dejar a Su Madre la misión de cuidar, guiar y educar a todos ustedes, a quienes El, la entregó como Madre al pie de la Cruz, “Mujer ahí tienes a tu hijo”. Ahora pues, te toca a ti hijo querido, aceptar Su maternidad como el Apóstol Juan lo hizo y recibirla en tu casa; que es tu corazón; “Hijo ahí tienes a tu madre” (Jn.19, 26-27). Fue pues así, que luego de Su partida, los Apóstoles fueron cobijados en su corazón maternal e impulsados para cumplir su misión. Ella imploró con ellos y para ellos la fuerza del Espíritu Santo. De la misma manera, será Ella, quien a partir de ahora te guíe y te enseñe a continuar tu caminata. Pero, que a diferencia de antes, esta vez tomarás la ruta segura que te conducirá al reencuentro definitivo con tu amado/a hijo/a y al encuentro personal con Jesús mi amado Hijo.

 

Oración: Siempre pensé haber llevado una vida agradable a Ti y no bastó para que evitaras mi dolor Dios mío. Pero si es necesario repetir una vez más, desde el fondo de mi corazón que necesito tu auxilio, dame fuerzas Señor para decirlo y quédate conmigo para siempre. Amén.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración

 

NOVENO DÍA

“HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO”

Lc. 23,42-43

Dios mío, sé que no necesito decirlo porque Tú lo sabes todo. Sabes que trato de creer y aceptar lo que me has transmitido durante estos nueve días, pero no es fácil, porque minuto a minuto mi mente me recuerda que jamás volveré a tener cerca de mi amadísimo/a hijo/a. Aquel ser maravilloso que ha partido y no veré nunca más, no podré acariciar, ni escuchar su voz. Ten paciencia hijo mío, es verdad, lo sé todo y lo entiendo todo. Poco a poco irás comprendiendo muchas cosas que hasta ahora no habías en- tendido. En adelante, irás dándote cuenta que tu vida se ha dividido en dos etapas. “Un antes y un después”. Que, a partir del dolor desgarrador que has vivido y que aún son heridas sangrantes que duelen mucho y dolerán todavía, se irá abriendo tu entendimiento para aquella realidad invisible a los ojos humanos. Único motivo de la vida terrena y fin futuro de la misma. El Paraíso y la vida Eterna, son Mi promesa para aquellos que per- manecen en Mí y para los que se arrepienten y recomponen su vida.

¿Recuerdas las palabras de mi hijo Jesús, dirigidas a uno de aquellos dos personajes que fueron crucificados junto a Él? “A ti te digo, que    hoy estarás conmigo en el paraíso” ( Lc. 23,42-43). Esa es la vida so- brenatural de la cual muchos hablan pero muy pocos entienden, por-  que no ponen atención a lo que en verdad permanece para siempre.  Ese desconocimiento, hace que dejen relegado a último plano lo que en realidad debiera ocupar el primer lugar en su vida. Porque déjame decirte que esa es una “Gracia” que les es regalada solo a aquellos que perma- necen en mí. A ellos, les he dado el entendimiento para ir descubriendo y viviendo anticipadamente; ya en esta vida; aquel cielo que es Mi promesa y del que goza tu amado/a hijo/a que ya está a mi lado; en lugar seguro; esperando por ti.

 

Oración: Ten paciencia conmigo Señor mío, porque temo detenerme en el camino. Será entonces a Tu Madre; a quien Tú me regalaste como Ma- dre; a quien le implore que me señale la ruta para no perderme en el cami- no que me conduce a la meta, donde me espera mi hijo/a amado/a. Amén.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria - Pequeña Consagración

 

 

HE AQUI LA VERDADERA Y DEFINITIVA RESPUESTA A TODAS TUS DOLOROSAS INCOGNITAS

Del libro de Sabiduría capítulo 4, 8-18.

 

La vejez respetable no consiste en tener larga vida, ni se mide por el nú- mero de años. La verdadera ancianidad para el hombre, es la prudencia, y la edad madura, un vida sin mancha. El justo supo agradar a Dios, que lo amó, y, porque vivía entre los pecadores, Dios lo llevó. Se lo tomó, para que la maldad no corrompiera su inteligencia o el engaño tentara su alma, porque la atracción del mal empaña el bien y los torbellinos del deseo dañan las almas inocentes. El justo alcanzó la perfección realizando larga carrera en poco tiempo. Su alma era del agrado del Señor, por eso lo sacó pronto de su ambiente corrompido. La gente al ver todo esto no compren- dió, ni se fijó que la gracia y la misericordia de Dios acompañan al justo y que él viene a visitar a sus santos. El justo muerto condena a los impíos que todavía viven; y la juventud, que se acaba prontamente, condena la vejez interminable del malvado. La gente verá morir al hombre de fe sin comprender los designios que Dios tiene sobre él, ni porque el Señor lo puso en lugar seguro. Verán todo esto sin preocuparse mayormente, pero el Señor se reirá de ellos. (Sab. 4:18)

 

  

CONCLUSIÓN

Has logrado concluir la lectura de estas breves meditaciones inspiradas por Dios y que han sido escritas para ti. Quisiera sugerirte retomar su lec- tura una y otra vez. Debes saber, que la Luz del Espíritu Santo actúa con mayor claridad dentro de ti, cada vez que por fidelidad y revestido de hu- mildad te dispones y abres tu corazón a la voz de Dios. Que La Santísima Virgen María, implore por ti y para ti, la fuerza del Espíritu Santo como lo hizo con los Apóstoles el día de Pentecostés. Que Dios te bendiga abun- dantemente y te trasforme en una persona de esperanza. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen

 

ORACION DE CONFIANZA

En tu poder y en tu bondad fundo mi vida, en ello espero confiado como niño.

Madre Admirable, en Ti y en tu Hijo en toda circunstancia creo y confío ciegamente. Amén.

 

 

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