Selma

La relación entre política y religión se ve fuertemente reflejada en "Selma", premiada película que muestra una de las últimas luchas de Martin Luther King Jr, y que es analizada esta semana por el p. Enrique José Grez

Viernes 29 de mayo de 2015 | P. Enrique José Grez

¿Cómo funciona la política? En Selma tenemos una respuesta que noquea tanto por la magnanimidad como por la perversión. La película trata de la marcha encabezada por Martin Luther King en favor de la equidad electoral en los estados del sur de la nación del norte. Pero hay mucho más en ella, porque su historia habla de poder, derechos, pacifismo, violencia, familia y no en último término de la Iglesia como articuladora de la comunidad.

Vamos por partes. Lo que me parece mejor logrado, desde mi original punto de vista de cura-cinéfilo es cómo se plantea el complejo vínculo entre Religión y Política. Es que me parece que aquella pretendida separación absoluta resumida en el precepto de que "los curas no deben opinar de política" no sólo es castrante sino simplemente hipócrita: cuando el cura calla, también hace política. En este sentido es maravilloso ver cómo el proceso de emancipación de los afroamericanos está íntimamente ligado a las comunidades cristianas a las que pertenecen, y a su fe en un evangelio que afirma la dignidad de todo ser humano. Emociona contemplar los sermones ante esas asambleas vibrantes en las que la palabra de Jesús remece y pone en movimiento, afloja los corazones y muy pronto fortalece para emprender un camino según el mismo precepto del amor. Existe en ellos una convicción de que el Evangelio de Jesús puede plasmar la sociedad para mejor para todos. Me pregunto si en nuestros republicanos estados de América Latina no tenemos demasiados remilgos... simplemente no nos atrevemos a plantear posiciones como lo hacen los protagonistas de Selma, con respeto, convicción y esperanza. Lo cortés no quita lo valiente, dicen, diríamos que aquí "lo republicano no quita lo cristiano". Hay que ver pero sobre todo escuchar la película, porque los sermones hablan por sí mismos. El guión es una obra maestra de homilética.

Brilla la vocación de activista de esos jóvenes que se dedican a recorrer y escocer en las heridas de la sociedad, sin temores, con una responsabilidad infinita por el futuro. El activista es el que se hace solidario de sus nietos. Aquí están también sus tensiones internas, sus miedos, la confraternidad con los que luchan a la par. Esperaba más del desarrollo de la hebra familiar... sin duda cuando un miembro del hogar se compromete, todas las relaciones familiares se tensionan, y esto que se insinúa en la medianía de la obra en la crisis del matrimonio del protagonista queda por momentos abandonado. Un desliz perdonable.

En lo que cabe a la actuación, dirección de arte, se trata de una obra de la gran industria, los detalles no se han dejado al azar, pero ¿esperábamos menos? Con su deber cumple. Es en la música donde Selma queda debiendo. El trailer cruza imágenes de monjas y ancianos cruzando un puente con un fondo hiphopero que promete mucha adrenalina, pero la película se queda en ciertos clichés de época y género que la dejan a medio camino en lo musical.

¿Que cómo funciona la política? Con una fuerte dosis de realismo capaz de mirar a los ojos lo invisible de la injusticia, con la necesaria inspiración en un ideario y quien lo encarna, y con la decisión de llevarlo a cabo a través de ciertos medios. En Selma se muestra la fortaleza de los medios políticos, por un lado los violentos: la decadencia de quien se aferra al poder. En la otra mano se ilustra con maestría las poderosas armas de la paz. Habrá que leer más a los profetas y vivir como ellos.

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