Una bendición del cielo

Miles de peregrinos de todo el país y también de las cercanías del Congo, acudieron al Santuario para la celebración, en especial mujeres con niños y muchos jóvenes. Este año la peregrinación contó con la presencia del p. Juan Pablo Catoggio, superior general del Instituto de los Padres de Schoenstatt.

Miércoles 31 de agosto de 2016 | P. Paul Zingg

Este año la gran peregrinación en la fiesta de la Asunción de María (15 de agosto) en el Monte Sión, estuvo acompañada por leves lloviznas durante la vigilia. Miles de peregrinos de todo el país y también de las cercanías del Congo, acudieron al Santuario para la celebración, en especial mujeres con niños y muchos jóvenes. Las primeras gotas cayeron a eso de las 3 de la mañana. Y aunque muchos estaban acampando al aire libre, esta primera lluvia después de una sequía de meses, fue recibida con aplausos. La segunda bendición del cielo en forma de lluvia llegó a las 8,00 hs, durante la Sta. Misa de la mañana. Despiertos o apenas dormitando, en oración, cantando, los peregrinos pasaron toda la noche en vela. Los cantos y las oraciones eran encantadoras: acompañadas por el sonido del teclado y de los tambores se alternaban con momentos de silencio y meditación. En un lugar tranquilo Cristo fue adorado en la eucaristía y durante toda la noche hubo largas filas ante los confesionarios. Con toda esa multitud en la plaza delante del Santuario y bajo el entoldado, me impresionó mucho la disciplina con la que se movían los peregrinos. Al amanecer, ya muchos iban en camino de regreso a sus casas. Los guardias me comentaron que toda la peregrinación transcurrió sin ningún percance, algo que en nuestro entorno también se puede interpretar como un gran regalo del cielo.

La visita del P. Juan Pablo Catoggio, superior general del Instituto de los Padres de Schoenstatt, junto al ecónomo general P. Ignacio Camacho, le brindó un toque especial a esta peregrinación. Durante la Sta. Misa de la mañana, con la participación de cerca de diez mil peregrinos, el P. Juan Pablo Catoggio dio la bienvenida al obispo del lugar, Mons. Evariste Ngoyagoye, quien presidió la ceremonia y presentó a María como "Madre de la Misericordia". Al final de la celebración el P. Juan Pablo le agradeció al obispo su afecto por el Monte Sión, por la comunidad de los Padres de Schoenstatt y por el regalo de declarar "Puerta de la Misericordia" a los dos Santuarios de Schoenstatt: el de Monte Sión Gikungu y el de Mutumba.

La celebración eucarística fue acompañada por dos coros: Sancta Maria y Sainte Famille. Durante el Gloria y el canto de acción de gracias después de la comunión se vivieron momentos de mucha alegría cuando los peregrinos elevaron las imágenes de la Virgen Peregrina. En la procesión de las ofrendas se entregaron muchas cestas con ofrendas como fruto de una acción social. También se hizo entrega de un símbolo muy precioso: un cetro con perlas, especialmente decorado por las Hermanas para esta ocasión y que ahora se puede admirar en el Santuario.

Como siempre, la peregrinación culminó con una procesión al Santuario en la que participaron un gran número de Hermanas de todas las comunidades religiosas de la ciudad, así como también muchos Hermanos y los sacerdotes concelebrantes. La oración de consagración comenzó y finalizó al ritmo de los tambores. Por último, el obispo bendijo de manera especial las imágenes de la Virgen Peregrina y a sus misioneros y los envió nuevamente a recorrer los caminos.
Posteriormente, hubo una cena festiva con vino chileno en la casa de los Padres; el P. Juan Pablo Catoggio aprovechó la ocasión para agradecer nuevamente al Obispo y al P. Félicien, rector del Santuario y a todo su equipo por el excelente trabajo realizado.
Este año peregriné muchas veces. En la basílica de San Pedro en el Vaticano, celebré el 29 de junio la fiesta de San Pedro y San Pablo junto al Papa, una Sta. Misa romana muy solemne que me impresionó por su orden jerárquico y su concentración espiritual. La Eucaristía de hoy, marcada por el estilo africano, me ha tocado profundamente por su dinamismo y profundidad espiritual. Una bendición del cielo, incluso para mí.

Fuente: Schoenstatt.org

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