Yo, robot

Las revueltas en los países islámicos se han extendido a Marruecos, así que han llegado a nuestra frontera sur, frontera en la que se produce la mayor diferencia de nivel de vida del mundo. Sería un buen tema para escribir, pero ni yo, ni aparentemente nadie, sabe en realidad qué va a salir de todo esto. Oía en la radio esta mañana que las revoluciones acaban de manera diferente a como empiezan y no suelen aprovecharlas quienes las inician. Así que he optado por escribir sobre un tema que también ha recibido atención por la prensa, no tan destacada y que, como se refiere a un futuro relativamente lejano, uno puede decirse cosas sin quedar demasiado comprometido. Después de que el superordenador (o supercomputadora, como se dice en América) Deeper Blue-Deep Blue había sido derrotado un año antes- ganara en 1997 al campeón del mundo de ajedrez, Gary Kasparov, ha tenido lugar un nuevo duelo hombre-máquina. Esta vez se trataba de un concurso televisivo, Jeopardy, que no he visto nunca. Al parecer, allí a los concursantes se les dan respuestas y tienen que descubrir a qué pregunta responden...

| Pablo Crevillén (España) Pablo Crevillén (España)

 


Las revueltas en los países islámicos se han extendido a Marruecos, así que han llegado a nuestra frontera sur, frontera en la que se produce la mayor diferencia de nivel de vida del mundo. Sería un buen tema para escribir, pero ni yo, ni aparentemente nadie, sabe en realidad qué va a salir de todo esto. Oía en la radio esta mañana que las revoluciones acaban de manera diferente a como empiezan y no suelen aprovecharlas quienes las inician.

Así que he optado por escribir sobre un tema que también ha recibido atención por la prensa, no tan destacada y que, como se refiere a un futuro relativamente lejano, uno puede decirse cosas sin quedar demasiado comprometido.

Después de que el superordenador (o supercomputadora, como se dice en América) Deeper Blue-Deep Blue había sido derrotado un año antes- ganara en 1997 al campeón del mundo de ajedrez, Gary Kasparov, ha tenido lugar un nuevo duelo hombre-máquina. Esta vez se trataba de un concurso televisivo, Jeopardy, que no he visto nunca. Al parecer, allí a los concursantes se les dan respuestas y tienen que descubrir a qué pregunta respondenEn el caso que nos ocupa, se enfrentó a dos campeones humanos del concurso con un programa llamado Watson y creado por IBM (al igual que Deeper Blue). Según parece, la dificultad para el ordenador era mayor, pues en el ajedrez las opciones para cada movimiento son muchas, pero al fin y al cabo se trata de elegir la mejor entre un número determinado, mientras que en Jeopardy era necesario asociar conceptos, comprender dobles sentidos e incluso juegos de palabras.

Al final el ordenador ganó nuevamente a sus oponentes humanos. Y nuevamente se reabre el debate sobre las implicaciones de la inteligencia artificial. En la ciencia-ficción siempre ha habido dos temas recurrentes: los viajes espaciales y los robots. En los años 60 y 70 del siglo XX parecía que el futuro (nuestro presente) estaría dominado por los viajes espaciales. Pero, en nuevo ejemplo de lo arriesgado que resulta ser profeta, la carrera especial hace tiempo que está detenida. Sin embargo, se investiga mucho en robots, que según parece es la única palabra que ha exportado el checo y que significa siervo.

Isaac Asimov les dedicó una saga. Según este autor, los robots estaban sometidos a tres leyes: 1) Un robot no puede causar por acción o permitir por omisión un daño a un ser humano; 2) Un robot debe obedecer siempre a un ser humano salvo que el incumplimiento de la orden implique vulnerar la regla 1; 3) Un robot debe salvaguardar su propia existencia salvo que ello infrinja las dos leyes anteriores. Parece bastante claro ¿verdad? Pero como legislar es bastante difícil, en la obra de Asimov se producen complicadas situaciones de conflicto entre las normas. Por ejemplo, un robot con capacidades telepáticas dice a lo que es conforme con sus deseos y ambiciones, en definitiva lo que quieren oír, porque en caso contrario sabe que les causaría daño, pero al final, con su actitud, acaba creando problemas mayores. En otro relato, un robot "Descartes" comienza con su duda metódica y llega a la conclusión de que un ser menos perfecto (que se equivoca, se cansa, se deja llevar por sus emociones) como el hombre, no puede ser el creador de un ser más perfecto como el robot. Pero, en general, los robots de Asimov son fieles a las leyes inscritas en su ser y sirven bien a los humanos ¿final feliz? No tan deprisa. Como los robots hacen la vida demasiado fácil a los humanos, éstos dejan de tener retos e ilusiones y la especie se va extinguiendo poco a poco.

Más allá de la ficción literaria cabe plantearse otro problema: según el pensamiento utilitarista cada vez más en boga, no se es persona por el hecho de pertenecer a la especie humana. Es necesario gozar de una cierta autoconciencia y de intereses propios. Por eso, se nos dice, los embriones, fetos e incluso los bebés no son personas y no hay obligación moral de respetar su vida. Lo mismo sucede con los adultos que por enfermedad o accidente han perdido irreversiblemente la conciencia de sí mismos. Son cuerpos humanos, pero no personas. Si en el futuro hubiera una inteligencia artificial con autoconciencia ¿habría entonces personas sin cuerpo humano? ¿tendrían responsabilidad moral, deberían ser recompensados o castigados? ¿y si llegamos al Cyborg, criatura mezcla de elementos biológicos y mecánicos?

 

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