¿Doy confianza?

Se ha extendido un aire de recelos frente a las personas, las instituciones, que se comprende producto de las malas experiencias en tantos campos y que ha intoxicado la convivencia. El humor pareciera ser lo único serio en Chile. Se le cree más a un humorista que hace burla de los políticos que a quienes me rodean.

Sábado 18 de julio de 2015 | P. Hugo Tagle

Sabíamos que los chilenos somos desconfiados. Pero los niveles de recelo cívico llegan a un extremo patético. No hay actor social que no llame a un restablecimiento de las confianzas, como si en la sola apelación ya se escondiera algo mágico, capaz de revertir los índices negativos. Los chilenos tenemos el triste récord de ser el país de la OCDE con más alta abstención en las elecciones populares. Y una de las razones de esta apatía y desinterés por acercarse a las urnas es que no se cree en los representantes públicos, en el sistema y todo lo que ello implica.

Los hechos valen más que mil palabras. No bastan las buenas intenciones ni discursos floridos en materia en esto de renovar las confianzas. Confianza y honestidad son los rasgos más valorados en un jefe para dos de cada tres trabajadores de 23 países diferentes, según una encuesta realizada hace unos meses. Las relaciones humanas se basan en un principio básico: partir de la buena fe del otro y dar confianza ¿Soy un hombre o mujer de confianza? ¿cumplo mi palabra?

Se ha extendido un aire de recelos frente a las personas, las instituciones, que se comprende producto de las malas experiencias en tantos campos y que ha intoxicado la convivencia. El humor pareciera ser lo único serio en Chile. Se le cree más a un humorista que hace burla de los políticos que a quienes me rodean.

Se perdió el miedo ante el aire de intocabilidad de que gozaban algunos en Chile. Ahora, todos estamos bajo el mismo escrutinio público. Se acabaron las vacas sagradas o el escudarse en una falsa dignidad que sirve para esconder privilegios que nada tienen que ver con la honra.

Dijeron los obispos en un documento a raíz de la pérdida de confianza: "La idea de poseer siempre más y de los derechos individuales que cada uno reclama, ha engendrado una carrera por acceder a mejores condiciones materiales. Tal vez, por lo mismo, en el camino se ha generado agresividad y el "todo vale". En ese proceso descuidamos al otro en cuanto persona y solo priman los intereses individuales y de quienes nos son más cercanos". El otro no es compañero de ruta, hermano, socio o amigo. A quien admiramos hoy, puede ser mañana un encarnizado enemigo.

Ha sido positiva la exigencia de transparencia. Pero no sirve el solo apuntar con el dedo y denunciar los abusos. Hay que revisarse críticamente y reconocer los propios errores. El esfuerzo por recuperar confianzas pasa por la aplicación serena y cierta de la ley y el cumplimiento de los compromisos personales. Hagamos el esfuerzo de ser cada día un poco más honrados. Camino seguro de una sociedad más justa y feliz.

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