Evangelio domingo 1 de noviembre

Domingo 1 de noviembre de 2020 | Juan Enrique Coeymans

1° de NOVIEMBRE del 2020

Evangelio según San Mateo, capítulo 4, 25 – 5. 12.

Solemnidad de Todos los Santos

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos."

Jesús pareciera decirnos: la primera bienaventuranza que es la carta magna del Evangelio, es la de tener alma de pobre. El alma de pobre no es solo tener pocos bienes, solo los necesarios, sino saberse administrador de ellos al servicio del reino. Hay pobres con alma de ricos, egoístas, y hay ricos con alma de pobres, porque son generosos, y comparten sus bienes, no solo a través de dádivas, sino de dar trabajo digno, para que las personas sientan de verdad que son hijos de Dios. Pero no olviden nunca hijos queridos, que es más fácil tener alma de pobre con pocos bienes que con muchos.

Las Bienaventuranzas no son un código para portarse de determinada forma, por cierto necesario, sino un cántico de gratitud, de alegría. El reino de los cielos, es fuente de felicidad. Y cuantas veces creo que lo único que importa es hacer y comportarse de determinadas formas, y me olvido de las alegrías que conllevan las bienaventuranzas. Si creyera más fuertemente en la felicidad de vivir el reino como lo pide Jesús, me sería más fácil vivir como verdadero hijo de Dios.

Señor Jesús, fuente de toda alegría, te adoro humildemente, y te doy gracias por tus promesas, las bienaventuranzas, que me llevarán a vivir como Tú quieres que vivamos nuestra fe. Te adoro y te pido perdón, por las veces que me he concentrado en cumplir reglas, y no en gozar de vivir como Tu nos propones en el Evangelio. Bendito seas Señor, porque el evangelio no es un código sino una experiencia de amor permanente que nos hace felices, y nos permite hacer felices a los demás.

AMÉN

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