Evangelio domingo 23 de octubre

Sábado 22 de octubre de 2022 | Juan Enrique Coeymans

23 DE OCTUBRE DEL 2022

Evangelio según San Lucas capítulo 18, 9 – 14

Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: "Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!

Pareciera que el Señor Jesús nos dice: los que a sí mismos se creen buenos tienen un corazón lleno de orgullo y prepotencia. Si mi Padre mira con misericordia y cariño a los que reconocen su pequeñez, esa es la actitud que esperamos de Uds. La pequeñez reconocida es si pudiéramos decir la debilidad del Padre de los cielos. Pero Uds. olvidan esa realidad del corazón misericordioso nuestro en la Trinidad. Por eso su tarea cotidiana, es mirarse con objetividad, reconocer sus miserias grandes y pequeñas y mirar a los demás como los miramos en la Trinidad.

Cuando repaso mi historia de vida, no puedo caer en el orgullo de creerme bueno, aunque el demonio es inteligente, para esconder en los vericuetos de mi corazón, pequeños orgullos. rabias cuando alguien me mira mal o habla mal de mi, cuando lo único de lo cual puedo gloriarme es de ser un pecador redimido por la sangre misericordiosa de Jesucristo. El camino del cielo no está pavimentado de reconocimientos de mi bondad, sino de reconocimientos de mi pequeñez.

Señor Jesus, te alabo y bendigo desde el fondo de mi corazón, porque lo único que puedo alardear en mi vida, es que Tu me quieres a pesar de mi pequeñez y miseria. Señor, soy un pobre pecador. Por eso te pido la gracia de mirarme siempre con objetividad y no caer en la tentación de creerme bueno. Solo debo mirar tus llagas santas, tu dolor en la cruz, en la cual moriste por redimir mis pecados. Bendito seas Señor Jesús, ahora y siempre y por los siglos de los siglos.

AMÉN

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