Evangelio domingo 24 de marzo

Domingo 24 de marzo de 2019 | Juan Enrique Coeymans

24 de MARZO del 2019

Evangelio según San Lucas, capítulo 13, 1 - 9

Tercer Domingo de Cuaresma

En ese momento se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. El les respondió: "¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera". Les dijo también esta parábola: "Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: 'Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?'. Pero él respondió: 'Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás'".

El Señor pareciera decirnos: en el Reino de los cielos, esperamos. No nos impacientamos con los pecadores. Esperamos que la gracia despierte las energías positivas, y que libremente, las personas se conviertan y den frutos hacia adelante. La espera es parte de la misericordia divina. No somos un Dios impaciente, castigador y colérico, sino un Dios de misericordia, clemencia y bondad, que cree que los hijos con el tiempo puedan cambiar y dar frutos con la ayuda del Espíritu Santo.

La paciencia de Dios es admirable. No me sucede a mí eso en la vida diaria. Siempre apurado, quiero que todo se haga rápido, inmediatamente, y me pongo irascible ante las demoras. Que poco creo en las personas en el fondo. No las imagino capaces de cambiar y dar frutos. Y la impaciencia es también conmigo mismo. Creo que debo cambiar en tantos aspectos y que sea de inmediato. Pero mis cambios son lentos, para que aprenda a ser humilde, y a reconocer por eso que no soy capaz por mis propias fuerzas de convertirme.

Mi Señor Jesús, paciente conmigo y con todos los pecadores, porque sabes de que estamos hechos, te agradezco de corazón tu espera de mi conversión definitiva. Te he pedido esa gracia tantas veces, pero no la he aprovechado. Señor bendito seas por tu bondad y tu cariño inconmensurable, porque supera toda imaginación la grandeza de tu amor por todos nosotros. Señor, que María tu madre y mi madre me eduque para dar los frutos que tu esperas de mí, que es el vivir solo para el amor.

AMÉN

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