Evangelio domingo 27 de octubre

Domingo 27 de octubre de 2019 | Juan Enrique Coeymans

27 de OCTUBRE del 2019

Evangelio según San Lucas, capítulo 18, 9 – 14

Trigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. " Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

Meditación de Juan Enrique Coeymans Avaria

"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "

Pareciera que el Señor nos dice: a Uds. les cuesta mucho la humildad. Les cuesta reconocer que son mediocres, que rezan por cumplimiento, que pocas veces piensan y meditan el amor que les tenemos desde la Trinidad, Y muchas veces, son como el fariseo, y en vez de adorar y unirse al Señor, recuerdan sus méritos, las obras buenas que han hecho, como si sus obras los salvaran y los llevaran a nuestra compañía. Creen que se ganan el cielo ( que es la vida en la Trinidad); cuando en verdad Uds. son salvados por pura misericordia y amor del Padre.

En mi vida coexisten en cierta manera los dos personajes. Cuando más joven primaba el fariseo, cuando más viejo el publicano. Los pecados, las mediocridades, la deslealtad con el Señor, me hacen ver, si me miro con objetividad, como un pobre pecador, y no pocas veces mi oración ha sido pedir perdón y misericordia. Pero tengo que librarme de la tentación, de creerme porque me reconozco pecador. El orgullo espiritual es más sutil de lo que uno piensa.

Mi Señor Jesús, al leer este evangelio, quedo desnudo ante ti con mi pobreza y miseria. Por eso lo único que te pido es perdón y misericordia, mírame con tus ojos llenos de bondad y clemencia, y pide el Espíritu para que aprenda a ser humilde y verdadero. Señor, a través de tu Madre edúcame para tener el único orgullo que es tener conciencia de ser redimido por la Sangre Preciosa tuya. Todo lo demás aléjalo de mi cercanía y dame la gracia de agradecer cada día el creer en Ti, creerte a Ti, y entregarme a Ti.

AMÉN

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