Evangelio Jueves 13 de Febrero

Miércoles 12 de febrero de 2020 | Ignacio Suazo

Evangelio según San Marcos, capítulo 7, 24 - 30. 

Jueves de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: "Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros". Pero ella le respondió: "Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos". Entonces él le dijo: "A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija". Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio. 

 

Meditación de Ignacio Suazo Zepeda.

“(…) pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos.”

María parece decirme: esta mujer extranjera, lejos de ofenderse, utiliza las palabras de mi Hijo para hacer brillar su humildad. Ella no se complica por ser tratada como la última, sino que se vale de esa misma posición para mostrar su desvalimiento ¡Es tanto lo que puedes aprender de esa actitud hijo mío! Es tan fácil que caigas en la lógica del mundo: buscar brillar, ser considerado el primero o el mejor. Esa actitud, sin embargo, puede impedir ver qué es lo que más gusta al Padre: un corazón que se sabe impotente.

¿Son el poder y el dinero malos en sí mismos? Claramente no ¿Son los primeros de este mundo todas personas pérfidas? Absolutamente falso. Sin embargo, no soy ingenuo: esos bienes y posiciones (incluso el deseo de ellos) pueden hacer olvidar al corazón qué es lo importante con extraordinaria facilidad. Yo no estoy libre de eso. Por eso tal vez la actitud de la extranjera me choca: en el fondo, no quiero que se me trate como alguien de segunda línea o que será atendido en segunda instancia. Tengo entonces, mucho en que crecer.

Madre, tu te consideraste a ti misma “la esclava del Señor”: tomaste la libertad que Dios te dio y la volviste a poner íntegramente en sus manos de Padre. Por eso entiendes perfectamente la actitud de esta extranjera, que, en la angustia por sanar a su hija, se sabe completamente necesitada ¿Y puede un Dios que entregó a su hijo por la redención del mundo resistirse a un corazón que clama ayuda? Por eso, madre, enséñame a cultivar la misma actitud humilde de esta madre extranjera. Que así atraiga el corazón del Padre sobre mí y sobre todos los que llevo en mi propio corazón. AMÉN.

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