Evangelio jueves 19 de diciembre

Jueves 19 de diciembre de 2019 | Ignacio Suazo

19 de DICIEMBRE del 2019

Evangelio según San Lucas, capítulo 1, 5-25

Jueves de la Tercera Semana de Adviento

Día 19 . Semana antes de Navidad

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto". Pero Zacarías dijo al Ángel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada". El Ángel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo". Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo. Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".

Meditación de Ignacio Suazo Zepeda

"seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor"

Jesús parece decirme: te interpelan estas palabras. Te preguntas: ¿Cómo puedo llegar a ser así de perfecto? Y la respuesta es doble: por medios humanos y divinos, íntimamente combinados. Humanos, porque −sabiendo qué cosas me son desagradables de tu vida− puedes poner los medios para superarlos. Pero tú sabes que los medios puramente humanos no son suficientes. Por eso, junto con poner nuevos esfuerzos en superarte ¡Ven a mí! Trae tu corazón, que me busca a tientas. Trae esa alma que quiere permanecer conmigo. En mí encontrarás la Gracia que hará fecunda tu acción.

Pienso en cómo Jesús convierte el agua en vino en Caná de Galilea: así mismo Jesús puede convertir mi vida si Él lo quiere y yo se lo permito. Pienso también en Zacarías. Hasta los más justos dudan de la Palabra de Dios. Pero Dios en su misericordia, seguro se acordó de toda su fidelidad anterior: de su humildad, al haber dejado actuar a Dios en su vida (¿Se puede ser justo de otra forma?), pero también de su historia de fidelidad; de su haber elegido a Dios una y otra vez.

Jesús, he descubierto hoy en San Zacarías y Santa Isabel un matrimonio santo; un hombre y una mujer que unidos, hicieron aquello que me Jesús me invita a poner en práctica: poner toda mi confianza en Dios (¡Como un niño!) y poner mis mejores medios en superar mis debilidades (¡Autoeducación!). Zacarías me muestra que ese camino tiene ambivalencias, pues él mismo dudó de Dios siendo justo. Pero finalmente, la Misericordia de Dios −de Él, que es la Misericordia− triunfa sobre nuestra duda y pecado. Señor, dame hacer mías estas verdades en este Adviento, para que así nazcas en mí de nuevo.

AMÉN

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