Evangelio lunes 23 de diciembre

Lunes 23 de diciembre de 2019 | Magdalena Fernández

23 de DICIEMBRE de 2019

Evangelio según San Lucas, capítulo 1, 57 - 66.

Día 23. Semana antes de Navidad

Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.
Meditación de Magdalena Fernández Pérez

"La mano del Señor estaba con él"

El Señor pareciera decirnos: Quiero ser parte de tu vida, pero debes dejarme entrar. Observa como Isabel y Zacarías confiaron en mi Palabra a pesar de las dificultades. No fue fácil para Isabel haber sido catalogada como estéril, ni para Zacarías haber perdido el habla. Pero no desesperan, y en ningún momento pierden su fe. Mi mano no está con Juan de un modo especial, yo no tengo favoritos. Está con él ya que, desde el comienzo, se me dio el espacio para entrar. Así como abracé a Juan desde una tierna edad, quiero abrazarte a ti ¿Estás dispuesta a permitírmelo?

El Señor me llama a confiar. Es tan fácil creer en Él cuando todo sale bien... pero cuando las cosas empiezan a ponerse difíciles, cómo tambalea mi fe. Nos dice San Claudio de la Colombière, "es una regla de Dios que se observa a menudo, de ir a sus fines por caminos totalmente opuestos a los que la prudencia humana acostumbra escoger". ¿Qué sentido tiene angustiarme o preocuparme por los rumbos que va tomando mi vida? La mano del Señor está conmigo. Con eso me basta.

Señor, vuelvo a entregarte mi vida. No dejes que desespere cuando me asalten las dudas. Enséñame a confiar, así como lo hicieron Isabel y Zacarías. Que no me asuste la aparente "desgracia", ya que muchas veces los caminos que parecieran ser más inoportunos tienen las consecuencias más dichosas. Quiero abrirte las puertas de mi corazón, y entregártelo por completo. Quiero dejar atrás miedos y angustias, ya que mi vida está siendo conducida por el mejor Maestro. Guíame Padre, y regálame una fe firme en tu Providencia.

AMÉN

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