Evangelio martes 24 de noviembre

Martes 24 de noviembre de 2020 | Juan Francisco Bravo

24 de NOVIEMBRE del 2020

Evangelio según San Lucas, capítulo 21, 5 - 9.

Martes de la Trigésima Cuarta Semana del Tiempo Ordinario

San Andrés Dung-Lac, Presbítero y compañeros mártires. Memoria obligatoria

Como algunos hablaban del Templo, de cómo estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: De esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedras ni una que no sea destruida. Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin

Meditación de Juan Francisco Bravo Collado

No se alarmen

Es como si Jesús me dijera: "El Templo es el símbolo más concreto de la Alianza de Amor entre Dios y su pueblo. Ustedes no entienden lo duro que era para ellos pensar que podría ser destruido. Mi invitación es a que tú mismo habites ese continuo destruir y crear de cosas nuevas. Así que cuando veas derrumbarse las pequeñas seguridades tuyas, las instituciones en las que confías, los bienes que para ti son valiosos, tus formas de entender el mundo e, incluso, las formas de entenderte a ti mismo: persevera. Conserva la calma y únete a mí en cruz: muere. Y confía que será el Amor de mi Padre quien hará nuevas todas las cosas."

Conocía el texto, pero no había profundizado en él. Me abruma. Quiero tanto cosas de mi vida, me importa tanto que algunas cosas permanezcan: personas, relaciones, ideas, mi propia fe... y Jesús muestra como todo se destruye. Me duele porque Él también estaba pensando en sí mismo, en que tendría que morir, y la muerte es dejarlo todo. Hoy día quiero encontrarme con esa idea y rumiarla. Sentir esa tendencia a desesperarme, pero permanecer en calma: no alarmarme. Y aprender a confiar a que no soy yo ni mi capacidad de aferrarme lo que me mantiene vivo, sino que el amor y la misericordia de Dios Padre.

Jesús, Tú me invitas a caminar contigo, cuesta arriba hacia el Calvario. Ayúdame a caminar a tu lado, con mi propia cruz, aunque tenga mucho miedo. Dame serenidad para enfrentarme con confianza en tu amor a los misterios del dolor y de la muerte. Que permanezca en el corazón del Padre en medio de tormentas, de la mano de tu Madre, Invicta en el Huracán. Acompáñame mientras mis seguridades mueren. Dame serenidad ante el dolor. y caminar contigo y mis hermanos con confianza y alegría, viviendo sereno el dolor y la incertidumbre, como testigo de la redención, la resurrección y el amor que recibo de ti.

AMÉN

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