Evangelio miércoles 2 de febrero

Martes 1 de febrero de 2022 | Osvaldo Andrés Iturriaga

2 de FEBRERO DEL 2022
Evangelio según San Lucas capítulo 2, 22 - 32
Fiesta de la Presentación del Señor

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".

Meditación de Osvaldo Andrés Iturriaga Berríos

"Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios"

Siento como si el Señor me dijera "yo vine al mundo y me hice uno entre ustedes, para compartir su experiencia humana de la manera más profunda, y para que, al estar entre ustedes, conocieran y vieran encarnadas las promesas del Padre. Pídele entonces al Padre el regalo del Espíritu Santo, para que al igual que Simeón y tantos hombres y mujeres justos a lo largo de la historia, puedas reconocerme en las diversas situaciones de tu vida, y al reconocerme, puedas regocijarte y alabar a Dios".

Siempre me ha emocionado este pasaje del Evangelio, donde un hombre anciano se llena de alegría al reconocer en Jesús el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo; cuánta pureza de corazón y apertura al Espíritu para poder saber quién era realmente ese niño. Pienso en cuántas veces he fallado en reconocer la obra de Dios en mi vida por no estar atento o abierto a recibirlo; cuántas veces, en lugar de alegrarme y agradecer por recibir algo que esperaba, no me sentí conforme por seguir deseando algo más allá.

Señor Jesús, incluso en la debilidad y pequeñez de un niño recién nacido, muchos fueron capaces de reconocerte como Rey, como el "Dios con nosotros" que trae la esperanza y la salvación a la humanidad. Regálame el poder estar atento a recibirte, el tener la sencillez de corazón necesaria para verte en aquellas cosas que pasan desapercibidas a los ojos del mundo. Quiero saber encontrarte, y cada vez que lo haga, detenerme, agradecer y alegrarme al experimentar tu cercanía y la del Padre.

AMÉN.

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